La solución del problema de la inseguridad necesita ideas claras. Es tan descomunal la envergadura de los asuntos que encierra, que las acciones que se emprendan para reducirlos a su mínima expresión depende de lo que se piense sobre ellos antes de llevar a cabo acciones contundentes.
Un tema tan arduo no desaparece si apenas se le considera en sentido superficial. Un fenómeno tan arraigado y generalizado no se soluciona a través de la improvisación. Tal vez considerará el lector que no se dice ahora nada nuevo, pero la cita de unas recientes palabras de Nicolás Maduro le concede pertinencia a estas consideraciones.
Dijo Maduro lo siguiente: “Las bandas criminales que insistan en su actitud de violencia y de salir a atracar y matar, yo les pido que todos ejerzan la autoridad del Estado y pongamos mano de hierro, que nadie se equivoque… No se trata de guerra al hampa, ¿no? No se trata de represión al pobre mestizo, al pueblo como nosotros recibimos durante años, no, se trata de proteger el derecho a la vida”. Sin poner la vista en los enredos de sintaxis, que no vienen al caso, hay un par de afirmaciones en las que conviene detenerse.
En el comienzo de la frase, por ejemplo, pareciera que el gobierno espera que la solución dependa de los autores del problema, de que los criminales se alejen de la violencia y se olviden de robar y asesinar. Da la impresión de que pide a los delincuentes que reflexionen, que hagan una especie de convención para volver al respeto de la legalidad, a la custodia de la vida y al resguardo de la propiedad privada. Y todo para evitar el desarrollo de la campaña enfática que debe hacer la autoridad contra los protagonistas de la violencia.
“No se trata de guerra al hampa”, dijo Maduro. Pues bien, si no estamos ante un asunto de mostrar los dientes frente a los hampones, ni de esperar que ellos se reúnan a pensar en la alternativa de convertirse en querubines ¿qué se puede esperar de una interpretación maliciosa de estas palabras improvisadas en un acto público? Quedamos finalmente sin saber cómo hará el gobierno para acabar con la delincuencia ni cómo salimos los venezolanos de semejante atolladero.
Pero la perplejidad aumenta si recordamos que Maduro se refirió al “pobre mestizo”. Ahora sí es verdad que surgen motivos de sobra para la incertidumbre en torno a las medidas que el gobierno pondrá en marcha. ¿Qué relación tiene el mestizaje con el desenfreno de la violencia? ¿Por qué habla del “pobre mestizo” en un contexto sin relación con la mezcla racial ni con nada que se le parezca? ¿Será que Maduro se volvió discípulo de la escuela positivista cuyas enseñanzas se descartaron hace tiempo del panorama intelectual?
Así se maneja en primera instancia el problema de la criminalidad, de acuerdo con las palabras de quien tiene la obligación de solucionarlo. Convendrá el lector en que tienen sentido las afirmaciones expuestas al principio de este escrito.
Publicado originalmente en el diario El Nacional (Caracas)