Ciertamente que no todos los jerarcas del régimen chavista ni los miembros del Psuv son delincuentes, pero sí todos los delincuentes son y/o están vinculados al poder del Estado.
Esto puede verse en los violadores, ladrones, extorsionadores, corruptos, narcotraficantes y asesinos, quienes prefieren estar entre rejas para así sentirse protegidos por el régimen del Estado.
En varias partes del país existen los denominados “colectivos armados” que con toda impunidad funcionan sin mayor control policial. Mantienen zonas declaradas “liberadas” donde se controla desde el tránsito vehicular y de ciudadanos hasta los bienes más primarios, como alimentos y medicinas.
En su momento el ya fallecido ex presidente de la república Hugo Chávez Frías afirmó, en reiteradas ocasiones, que todo asunto de incumbencia colectiva era siempre de interés y visión política. Y esto es cierto. No así el tratamiento que siempre se le ha estado dando a los asuntos ciudadanos, desde un sesgo partidista, sea este oficialista u opositor.
La visión que el régimen le ha dado a la inseguridad ciudadana es de índole partidista, grupal, no así la atención que la colectividad constantemente advierte: que es de naturaleza estrictamente política y de solidaridad humana, como debe ser.
Y esto es tan cierto que en el asesinato de la actriz Spear y su esposo, la comunidad de El Cambúr, sitio donde se “enconcharon” los asesinos, fue protagonista cuando los vecinos actuaron casi de inmediato para cercar a los delincuentes y alertar a la policía.
Eso evidencia la consciencia política del ciudadano venezolano quien sí entiende que lo sucedido en ese horrendo crimen como los cientos de miles que a diario ocurren en Venezuela, son por ineficiencia, complicidad y responsabilidad del régimen que ha mezclado Estado, gobierno y partido en una sola unidad político-administrativa y quiere hacerle ver a los ciudadanos que el poder existe solo en una sola institución y persona: Miraflores-presidente.
Pero la consciencia del venezolano es mucho más aguda e inteligente y percibe que esa distorsión, esa artimaña y en definitiva, ese engaño, es una estrategia partidista para acentuar la cada vez más quebradiza influencia del régimen y del partido que día a día se enfrenta a las decenas de manifestaciones, paros, huelgas y reclamos por la desidia gubernamental que ya no puede garantizarle al ciudadano venezolano su más preciado bien: la vida.
Más de 20 mil asesinatos en un año colocan a Venezuela entre los 5 países más violentos del mundo. Esta violencia que amenaza con generalizarse en confrontaciones colectivas, tiene su modelaje, tanto en el antiguo líder HCh como en su ahora discípulo Nicolás Maduro. También en las decenas de imágenes que por 15 años presentan a niños y adolescentes mostrando uniformes verde oliva, armas largas y cortas, así como en los programas, tanto de televisoras públicas como privadas, donde la violencia, tanto verbal como física, eran y siguen siendo, el modelo a seguir por millones de niños bajo la mirada complaciente del régimen del Estado y los padres y representantes.
Especialistas en psicología, sociólogos, antropólogos, psiquiatras y estudiosos del lenguaje, por años hemos estado advirtiendo del riesgo que representa la permisividad al dejar a líderes políticos, militares y responsables de medios audiovisuales, utilizar imágenes, lenguaje verbal y kinésico (gestos, ademanes) sin mayor control.
Apenas horas después del horrendo crimen contra la actriz y su pareja, fueron asesinados un docente universitario y su madre. Días después, en San Félix, una joven de apenas 33 años fue asesinada para robarle unas bolsas de comida. Su hija de apenas año y medio, presenció cómo mataban a su madre.
Frente a estos y otros miles de asesinatos está el otro drama: quienes quedan en la desesperanza, la soledad y el desamparo. Niños, jóvenes y ancianos, y aquellos que han sobrevivido y sufren las secuelas psicológicas y espirituales. O quienes quedan lisiados, mutilados y minusválidos en una sociedad donde el Estado y su régimen, mientras redacta maravillosas leyes, decretos y ordenanzas para amparar la vida, en la práctica desprecia al débil jurídico, a quien no le sirve para usarlo como propaganda.
Para el régimen del Estado venezolano el pobre, quien apenas sobrevive con el salario de quince y último, es un paria social, un estorbo que es necesario aniquilar. Para ello permite la existencia de más de 8 mil bandas de criminales y delincuentes, que diariamente saquean los bolsillos del más débil y le roban la vida.
(*) [email protected] / @camilodeasis