El misterioso caso de la cabeza decapitada que hablaba

El misterioso caso de la cabeza decapitada que hablaba

El caso que a continuación relatamos estremeció el barrio Santo Domingo Savio de Medellín, Colombia. Siendo ésta una zona conocida como “la infame cuna del sicariato”, y con grandes problemas de drogas, prostitución y violencia generalizada, al principio, los vecinos no se sorprendieron mucho al ver la cabeza humana empalada en lo alto de una pica de metal pintada de blanco y de unos 7 metros de largo, por donde chorreaba la sangre, reseña Notitarde.

Pero después, cuando los curiosos se acercaron para identificar a la víctima, ¡el terror inundó sus corazones! La noticia corrió como reguero de pólvora encendida. Los testigos afirmaban que la cabeza “¡estaba viva!” y que lanzaba maldiciones contra todos los que se acercaban a verla.





Era una situación realmente bizarra. Muchos ni se atrevían a acercarse a una cuadra del sitio donde estaba la cabeza desmembrada de su cuerpo, pero que aun así, como por un extraño sortilegio, podía vomitar palabras corrosivas para quienes las escucharan.

Algunas personas llegaban de otras zonas de Medellín en Metrocable, y caminaban largos tramos por el dédalo de pasadizos de las casas abigarradas, apretadas y muchas veces unas sobre otras a esas alturas de los cerros, como en los barrios de Caracas.

Descollando sobre todo, estaba la imponente figura de fortaleza encajonada de la moderna “biblioteca España”. En los espacios del complejo, algunos se reunieron para conformar grupos para ir a ver la macabra cabeza. Pero muchos no pasaron de ahí.

Se corrió la especie de que si la cabeza empalada dirigía su mirada muerta a alguien, y escupía sobre el desafortunado alguna maldición, moriría en las próximas 24 horas. Otra versión indicaba que si alguien le tomaba fotos con teléfono o con cámara a aquella abotargada cabeza que chorreaba sangre por la comisura de los inflamados labios, y por los ojos vidriosos y muy abiertos, se llevarían la maldición con ellos.

Fue así el caso de un hombre que luego de ver directamente la cabeza, ésta le dijo: “te maldigo. Cerbero te esperará a las puertas del infierno”. El sujeto en cuestión, sugestionado como estaba, corrió aterrorizado cerro abajo y en su desesperación, tropezó y cayó sobre unas cabillas que sobresalían de una vivienda en construcción. Luego de ese horrible episodio, nadie quería acercarse al sitio ni por todo el oro del mundo.

La cabeza ya tenía un día entero en el sitio. En el cielo, había un espectral torbellino de zamuros rondándola, pero hasta ahora, ninguna de esas aves de rapiña se le había acercado.

Agentes de la Policía Nacional Metropolitana del Valle del Aburrá y su equipo forense llegaron a la siniestra escena para retirar la cabeza del sitio, pero otro evento extraño ocurrió.

De la boca de la cabeza salió un grito escalofriante que les puso los pelos de punta a todos los funcionarios. Escucharon cómo el eco diabólico rebotaba en las casas y en las laderas de los cerros antes de diluirse en la lejanía. Estos hombres curtidos, ex militares acostumbrados a echarse plomo con guerrilleros y delincuentes comunes, sintieron que se les aflojaban las rodillas.

Un equipo internacional

Cuando eso sucedía, arribaron al sitio funcionarios de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía Nacional, acompañados por dos agentes del Cicpc Venezolano que actuaban en intercambio policial encuadrados en la Interpol Colombia.

Su colega, el agente José Quintana de Bogotá, estaba complacido por trabajar con los agentes para casos difíciles Carlos Salinas y Mario Pinto del Cicpc Venezolano. Ellos, a su vez, conocían la trayectoria de su par neogranadino y lo sabían como una de las mentes más agudas para resolver crímenes en toda Colombia.

Al bajar de los vehículos, la trilogía de agentes especiales vio las expresiones aterrorizadas en las caras de los PN. Parecía que estaban bajo los influjos de un maleficio y de no haber sido detenidos, podrían haberse echado a correr colina abajo. Aun más por el incidente de que a uno de ellos, tembloroso, se le había escapado un disparo que siguió al grito espantoso de la cabeza en la pica.

Maldiciones tecnológicas

Dejando de lado lo sobrenatural, los agentes se concentraron en los hechos. Ellos mismos debieron usar una escalera para bajar la cabeza, que seguía gritando maldiciones, pero sin mover los labios. No sin estupor, los investigadores descubrieron de qué se trataba aquello.

En la boca de la cabeza, alguien había colocado una diminuta, pero potente corneta, conectada a un pequeño Ipod metido en la tráquea de la víctima, que a su vez, conectado remotamente a la señal de un teléfono, era activado para emitir el escalofriante sonido que escuchaban los lugareños, que resultaron ser maldiciones tecnológicas.

Asombrados por el elaborado ardid, los agentes especiales mandaron rastrear el número de teléfono sin pérdida de tiempo, pero aunque consiguieron el smart phone abandonado en una de las casas aledañas, no consiguieron al asesino.

El teléfono había sido comprado hacía 2 días en una tienda del centro de Medellín, y no había datos de importancia en su memoria. Los agentes venezolanos sugirieron rastrear al comprador, quien resultó ser la propia víctima a quien le cortaron la cabeza con una sierra eléctrica. Fue identificado como Francisco Pinzón, comerciante, quien desapareció misteriosamente luego de haber comprado el aparato.

En la precaria vivienda donde estaba el teléfono, había muchas cosas del “descuartizador”. Entre otras cosas, lo que sí halló el equipo internacional contra el crimen fueron bolsas negras como las usadas para meter las bolas de boliche. Era evidente que el criminal iba a buscar la cabeza en la noche, para dejar el misterio en el aire antes de que alguien descubriera cómo había hecho para hacerla hablar.

Por las huellas dactilares y los restos de comida (empanadas mordidas, botellas de refresco y ¡hasta cotufas!), se determinó el ADN del asesino, quien resultó ser un hacker llamado “Dart Vader”, muy solicitado por delitos informáticos. Este esquizofrénico hombre, quien tenía fama de ser un genio en su mundo virtual, había incluso amenazado en varias oportunidades las redes de defensa del Gobierno colombiano, y ahora había querido trasladar sus fechorías al plano real, sin percatarse de que ambos no eran lo mismo.

Como hacker, era muy difícil detectarlo; nunca dejaba huellas, pero en este espantoso crimen físico, dejó tantas, que fue fácil rastrearlo y capturarlo en unos 8 días después de que el equipo internacional (donde trabajaron los Cicpc de Venezuela) bajara la cabeza que tanto terror sembró en los habitantes de Medellín. Caso resuelto.