La segunda ola de frío polar de este invierno en Norteamérica ha vuelto a convertir la región de las cataratas del Niágara en un espectáculo de hielo y nieve que atrae a aquellos turistas que se atreven a “disfrutar” de la naturaleza a temperaturas de 30 grados bajo cero.
Julio César Rivas/EFE
El martes, con la llegada del frío extremo del “vórtice polar”, el segundo que este año atenaza Canadá, las temperaturas en la región de Niagara, la zona más sureña del país, se desplomaron a menos 20 grados centígrados.
Pero con vientos de hasta 11 kilómetros por hora, la sensación térmica era inferior a los 30 grados bajo cero, una temperatura en que la piel se congela en pocos minutos.
A pesar de ello, las cataratas de Niágara, una de las mayores atracciones turísticas de Canadá, siguen captando la atención cada día decenas de turistas dispuestos a presenciar el famoso salto de agua como pocas personas lo han podido ver, con carámbanos, gigantescos bloques de hielo y las aguas del río Niágara convertidas en una espesa masa.
Con sólo una pequeña porción de la cara expuesta a la intemperie, el canadiense Juan Carlos Duarte, un guía turístico de origen portugués, acompañaba el martes a un grupo de turistas para contemplar la vista desde la catarata de la Herradura, la más espectacular de Niágara.
Duarte dijo a Efe que la acumulación de hielo en Niágara es mucho mayor ahora, dos semanas después de que el primer golpe del vórtice polar colocase los termómetros por debajo de los 20 grados bajo cero, temperaturas inusuales, aunque no desconocidas, en la región.
“Hace bastantes años que no las vemos así. En los últimos 15 ó 20 años no recuerdo verlas tan congeladas” dijo Duarte mientras observaba el pie de la catarata de la Herradura.
A unos 55 metros más abajo, una espesa costra de hielo cubre la superficie, dejando sólo un pequeño espacio de agua líquida donde normalmente en el verano caen 2.500 metros cúbicos de agua por segundo.
Duarte calcula que en las zonas más cercanas al lado estadounidense, el hielo tiene un espesor de 10 metros y que no habría ningún problema para cruzarlo a pie desde el lado canadiense.
Cada año, parte del pie de las cataratas se hiela, creado lo que los locales llaman “el puente”. Pero este año, dos golpes sucesivos de frío extremo polar, a consecuencia del desplazamiento hacia el sur de masas árticas de aire, han extendido la capa de hielo más allá de lo normal y con un grosor muy superior.
“A los turistas latinoamericanos les parece maravilloso e impresionante. A nosotros, que ya estamos acostumbrados, no tanto” explica Duarte.
Los mexicanos Jesús Martínez, Fulvia Araujo y Ana Fabiola López Vite son un ejemplo.
Los dos primeros viven desde hace 10 años en la localidad de Hamilton, a una hora de las cataratas de Niágara, y han visitado en varias ocasiones el salto del agua tanto en verano como en invierno.
López Vite es una turista de Veracruz, la primera vez en Canadá y la primera vez que presencia un espectáculo como el de unas cataratas heladas.
“En Veracruz no tiene nada que ver con esto. Lo más frío que estamos son 12 u 8 grados. Y ya la gente no quiere salir de casa. Esto es una experiencia increíble. Hace mucho frío pero vale la pena” dice López Vite.
Más “experimentado” en las bajas temperaturas, Martínez se muestra de acuerdo con su compatriota.
“Es impresionante ver las cataratas en enero. La cantidad de hielo, las temperaturas. Mira los cachetes se congelan. Estamos como a menos 15 grados pero el espectáculo vale la pena, es algo que no es para todos los días. Es increíble. Es una experiencia muy bonita” dijo.
“En invierno y verano son muy bonitas. Es una belleza diferente. En el verano uno ve la cantidad de agua, el golpe del agua, la brisa. Y ahora casi verlas congeladas, el río, es increíble. Se disfruta en las dos temporadas”, añade.
¿Y su receta para soportar ver las cataratas con temperaturas por debajo de los 20 grados centígrados?
“De aquí te vas y te tomas un cafecito caliente y un tequila y listo”, dice con una sonrisa helada. EFE