El éxito de la oposición depende de la calidad de su narrativa. Hasta ahora no ha existido una narrativa de la oposición que capture la imaginación de los venezolanos y que la identifique claramente con sus valores, principios y anhelos.
No quiero decir con esto que la oposición ha carecido de narrativas sino que no han sido exitosas, ya que el éxito de una narrativa depende de que pueda capturar la imaginación y la lealtad de su audiencia. La oposición representada en la MUD ha mantenido una narrativa basada en la asistencia perseverante a procesos electorales poco transparentes y caracterizados por el abuso de poder del régimen, a fin de mantener la paz y no abandonar las reglas de un estado democrático. Esta no es una narrativa deleznable. Está ciertamente apoyada en las mejores intenciones de no someter al país a una confrontación violenta. Pero, es una narrativa errada en el contexto de la Venezuela que existe hoy, ya que juega con reglas que no son respetadas por el régimen. Venezuela lleva 15 años sufriendo bajo el yugo de un régimen muy inepto y muy corrupto. Todos los índices económicos y sociales del país se han deteriorado de manera espeluznante, el país se viene abajo. Los venezolanos han dejado de creer en la paciencia, para solucionar sus horribles problemas, ya que mientras los demócratas van por las escaleras la tragedia y el malandraje viajan en ascensor.
La narrativa de la MUD, basada en el lento progreso de sus números electorales, ha dejado de tener éxito. Y el problema de una narrativa que ha dejado de capturar la imaginación de los venezolanos es que, quienes la transmiten también pasan al archivo. Creo que la cabeza visible de esa narrativa, Henrique Capriles, ha perdido la credibilidad de una buena parte de su audiencia. No se trata de que Capriles sea un mal líder ni que sus éxitos cívicos no sean apreciables, sino que la narrativa que él encarna ha dejado de capturar la imaginación de los venezolanos. Y cada día que pasa el país está esperando una nueva narrativa que capture su imaginación.
Hay múltiples narrativas que compiten entre sí para tratar de capturar la imaginación de los venezolanos. Lamentablemente, la narrativa que lo hizo, aquello de “es malo ser rico”, ”con hambre hay que robar” y “aplastaremos a los escuálidos”, ha conducido al país al desastre, despertando las peores pasiones entre los venezolanos: la codicia, el resentimiento social, el robo, la flojera.
Una narrativa exitosa, nos dicen Mary Crannell y Ben Sheppard, debería tener los siguientes ingredientes, entre otros:
- Responder a lo que la gente anhela, a sus narrativas personales
- Los líderes y su grupo necesitan permanecer fieles a su mensaje medular
- Lograr que la persona que la comunicasea percibida como genuina y auténtica
- Entregar la narrativa en un lugar que refuerze su poder. El sitio es el trasfondo simbólico que refuerza el mensaje. Por ejemplo: El discurso del Presidente Reagan en el muro de Berlín exigiéndole al líder ruso: “derrumbe este muro”
- Saber cuando plantarlas transmitir la narrativa. Las ideas innovativas son aceptadas en su momento correcto.
Pero, en paralelo a la narrativa, estoy convencido de la importancia del gran gesto. Un líder tiene usualmente un momento consagratorio y una persona que pudiera haber sido desconocida toda la vida se convierte en líder en un momento, por algo que hace o algo que dice. El papa Francisco viajando en autobús. Martin Luther King exclamando : “Yo tengo un sueño”, al lado de la estatua de Lincoln. El hasta ese momento desconocido joven chino desafiando los tanques en la plaza de Tiannamen, en Beijing. Y, en el lado tenebroso, el “por ahora” de Hugo Chávez, el cual resonó en el momento porque dió la cara por su fracaso, algo que no es común en los venezolanos. Por cierto, sería la última vez que lo haría.
Los grandes gestos pueden definir al mensajero para siempre y pueden cambiar el rumbo de la historia. No he visto aun ese gran gesto por parte de la oposición al régimen forajido. Hay algunos gestos magníficos que han sido incomprendidos o no han tenido eco, a pesar de que uno llegó al sacrificio: el de Franklyn Brito. La injusticia contra Brito y su lucha solitaria contra la satrapía han debido levantar al país. El discurso de Jorge Olavarría el 5 de Julio de 1999 en el Congreso fué un gesto muy valiente, caído en el vacío de la cobardía e indiferencia colectiva. La digna actitud de Marcel Granier, al no doblegarse ante la satrapía, ha pasado por debajo de la mesa. Quien haga el gran gesto necesario tiene que estar preparado para sufrir las consecuencias. Como Lutero, al decir: “Aquí me planto” . El no estaba pensando en su seguridad personal sino en algo trascendente: los principios.
Siempre me he preguntado que hubiera pasado en Venezuela si, cuando el sátrapa, abjuró de la constitución durante la ceremonia de inauguración, el presidente constitucionalista Rafaél Caldera, los miembros del Tribunal Supremo de Justicia y el alto mando militar, todos obligados a defender la constitución, hubiesen abandonado de inmediato el sitio, representando la dignidad de los venezolanos.
El silencio marcó el inicio del desastre venezolano.