Cuando se haga un juicio histórico de esta época, se tendrá que analizar la “frivolidad” como causa primaria del por qué el país se fue al demonio.
Más allá del Petroestado y su telaraña de clientelismo -esa maraña de favorcitos y negocios de maletín que anularon los contrapesos que se necesitan para frenar el agigantamiento del Estado-, la bobería y levedad ganan todas las competencias a la hora de entender qué nos pasó.
Sabemos que Chávez y sus amigos fueron el tumor de un organismo enfermo que no dio para más. Décadas de equivocaciones e irresponsabilidad engendraron un veneno que, cual pus, fue expulsado como un paracaidista de boina roja.
Pero estos quince años de chavismo han desnudado el cerebro nacional y lo primero que se nota son neuronas asoleándose, en bermudas y bebiendo caipiriña permanentemente. Muchos han sido las oportunidades históricas de resolver la crisis, pero se han perdido, y cito a Milán Kundera, por la “insoportable levedad del ser” de la mayoría de los políticos, intelectuales, columnistas, artistas, periodistas, y profesionales venezolanos, quienes ni siquiera parecen haberse enterado qué tipo de mal confrontamos.
El triunfalismo electorero que periódicamente apaga todas las voces de alerta, la selección como líder opositor de un imberbe que no sabe dónde está parado, y las marchitas con manicure y peluquería son apenas algunos de los síntomas más emblemáticos de la frivolidad.
Nunca ha habido un genuino debate de nada, aquí las ideas se vuelven aire, perdiéndose entre el sonido de los pitos y serpentinas de las voces populares, la de los chicos chévere que siguen las modas, se disfrazan de pueblo y plagian hasta la modulación de sus palabras.
Sigan con la frivolidad y a lo mejor el sucesor de Maduro termine siendo Mickey Mouse.
@jcsosazpurua / www. jcsosa.com