“Este que está aquí sale mañana sin miedo de nada y
con la esperanzan de encontrar un futuro mejor”
Bassil Da Costa (QEPD)
A ti
Te escribo a ti, sí a ti, mi cómplice, mi compañía, mi pana en secreto, que esto lees.
Sé, estoy seguro, que reconoces que mis palabras durante todo este tiempo han sido dedicadas a ti y a nuestro mutuo hartazgo; sé que me conoces como yo a ti porque nos lía la misma asfixia y la misma necesidad de aire; sé que sabes que estamos juntos en esto y seguiremos juntos hasta el final; sé, además, que entiendes que a veces -como hoy- necesito inclinarme sobre tu hombro para seguir este empinado tránsito hacia la libertad; sé también que tú a veces te inclinas sobre mi hombro para fraternalmente mantenerte firme e impulsarnos.
Sé que ambos sabemos que triunfaremos porque el bien prevalece sobre el mal y nosotros en esta historia somos los buenos, pero sé que ambos también sabemos que nuestro triunfo será un doloroso parto histórico. Lo está siendo.
Estamos cansados, consternados, agobiados, somos víctimas del perpetuo asombro venezolano, nos acosa la realidad y, sanguinaria, nos salpica su muerte, todos los días su muerte, una tras otra, cada veinte minutos, decenas, centenas, miles, cientos de miles de muertes, el chavismo ha sembrado nuestra hermosa tierra de luto. Los chavistas son el luto perenne. Su consigna es nuestra sangre derramada.
Pero debemos seguir, nuestra historia lo demanda, nuestra unidad de destino lo exige, nuestra fuerza espiritual lo impone. Mientras nuestro aliento sea capaz de empañar una lámina de vidrio tendremos ímpetu suficiente para derrotar la dictadura.
Me recuesto sobre tu hombro, me apoyo, comparto contigo mi extenuación, siento tu fuerza y tu aliento que me levanta y me impulsa, estamos juntos, lo sé, lo sabemos, tú y yo, amantes de su libertad, amantes de Venezuela.
Unidos somos invencibles.
La muerte previsible
El sátrapa, el asesino, el traidor, Hugo Chávez Frías, junto a su séquito de asesinos y traidores, desde que mostraron su jeta en la historia de Venezuela la madrugada del 4 de febrero de 1992 sólo nos han traído muerte. Estamos hartos.
Su infranqueable violencia y su cobardía nos ha impuesto un debate agotador de asesinatos y de mortandad inocente. Muchas fechas, muchas víctimas, muchas balas, muchas cabezas destilando sangre, mucho dolor, mucha consternación, mucho llanto, mucho duelo póstumo.
¿Cuántos asesinatos políticos y sociales en Venezuela desde que Chávez y su séquito de cobardes dieron sus golpes de estados? Sí, ¿cuántos? Centenares de miles.
Lo peor es que la realidad sanguinaria nos azota y ahora que el sátrapa descansa embalsamado su infamia cunde y la muerte persiste. Más muerte, claro, es previsible, su séquito mantiene la dictadura y la mantendrá con el único discurso político que conocen: las balas en las cabezas y en las espaldas de nuestro pueblo. Es su naturaleza, así comenzó todo.
Nada cambiará, nada, mientras los sanguinarios del 4 de febrero, del 27 de noviembre, del 11 de abril, del 6 de diciembre, del 15 de abril y del 12 de febrero permanezcan en el poder, el luto y la tristeza imperarán en Venezuela.
Miles de muertes sociales y políticas a cuestas, sí, miles, desde su aparición sigilosa y traidora la madrugada de 1992 lo confirman.
Es previsible, demasiado previsible, la cobardía no tiene argumentos políticos para permanecer en el poder, han pervertido las instituciones, han pervertido la justicia, han pervertido el sistema electoral, lo han pervertido todo.
Los burócratas chavistas son unos pervertidos y desde el poder han pervertido a Venezuela. Hay que salir de ellos, pero ¿cómo?
La juventud
El único sector de la sociedad venezolana que logró vencer a Chávez en todos los escenarios posibles: sociales, políticos, culturales y afectivos, fue la juventud.
Sí, los estudiantes, los jóvenes, lograron vencer al sátrapa y eventualmente lo arrinconaron.
Pero ¿cuál fue el secreto de la juventud para vencer al poder represor y dictatorial, tan lleno de perversidad y muerte?
Desafiarlo, arrostrarlo, luchar movilizando organizadamente su hartazgo y su furia. No se escondieron, no se humillaron, no se aquietaron, lo enfrentaron a través de la resistencia civil noviolenta y lo vencieron, hoy el símbolo iniciador de esta historia de duelo y muerte yace embalsamado y tendido como metáfora de su derrota.
La juventud ha vuelto a tomar las calles, ha vuelto a desafiar al poder dictatorial, lo ha arrinconado, lo ha atemorizado y lo ha hecho chillar de histeria: lo ha vencido, pero no de manera definitiva, algo falta, algo no termina de cuajar, ese algo es la poca claridad de sus objetivos y la poca planificación para alcanzarlos.
Está cerca el final, pero aún falta.
La salida
La desmovilización social que impuso la Mesa de la Unidad (MUD) ya es cosa del pasado; la juventud también los ha derrotado. En cuestión de cinco días, sólo cinco, la juventud levantó a la nación y desafió -arrinconándola- a la dictadura.
Nuevamente triunfa, pero si su objetivo específico es la sustitución de Nicolás Maduro y del séquito de traidores que acompaño a Chávez desde el asesino 4 de febrero y que aún está en el poder manteniendo la pervertida cultura de la muerte (¡Patria socialista o muerte!), sí su objetivo es ese, tendrá que dar un paso hacia tras en estos días y planificar con claridad las acciones necesarias para lograr esa suprema meta.
Lo logrará, no tengo duda, pero debe planificar y actuar con precisión y disciplina. Ya se logró una hazaña: motivar y movilizar a la juventud, despertarla. Lo que sigue es lo más difícil: sustituir la dictadura por una democracia a través de movilizaciones sociales masivas, pacíficas y noviolentas. La ansiada primavera venezolana.
El poder es una concesión que ofrecen los ciudadanos de un país a sus autoridades y a sus instituciones. Cuando sus autoridades y sus instituciones se han pervertido y han constituido una dictadura, como bien señala la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los pueblos, los ciudadanos tienen el supremo derecho a desconocerlos y rebelarse.
En Venezuela, así como ocurrió hace 200 años, el pueblo, su ciudadanía, tendrá que rebelarse ante la dictadura pero no sólo ocupando las calles y las avenidas de las ciudades, tendrá que ocupar por sí mismo y de manera contundente y masiva las instituciones (todas) y exigir la sustitución de sus autoridades. Sin armas, sin balas, usando el supremo y constitucional derecho de la rebelión ciudadana pacífica y no violenta. Sí se puede, sí se ha podido.
La juventud, los políticos, los militares demócratas y el pueblo de Venezuela tendrán que planificar esa ocupación masiva de las instituciones públicas (todas: AN, TSJ, Fiscalía, gobernaciones, etc.) para generar un punto de tensión y quiebre que obligue a todas las partes a encontrarse y dialogar, no sólo para sustituir al séquito de la muerte y a su corrupta dictadura, sino para reinventar a Venezuela desde sus cenizas. Eso es lo que sigue, esa es la salida.
Nos corresponde a ti y a mí lograrlo, juntos, hombro a hombro, fusionados en una visión democrática común, apoyados el uno sobre el otro, iguales, fraternales, humanos y libres, por un amor común: Venezuela.
Unidos seremos invencibles.
@tovarr