El 28 de febrero de 2013, del que mañana se cumplirá un año, fue el último día del papado de Benedicto XVI, a quien millones de personas de todo el mundo pudieron ver sobrevolando el cielo romano hacia su retiro en Castel Gandolfo, gracias a una colosal cobertura mediática.
Gonzalo Sánchez/EFE
Un acontecimiento histórico que estuvo acompañado de un potente programa de seguimiento mediático en el que la Santa Sede empleó sus principales órganos de difusión, como el diario “L’Osservatore Romano”, su Radio Vaticana o su Centro Televisivo Vaticano (CTV), que utilizó 26 cámaras para captar todos los detalles.
Pero el último día de Ratzinger en la Silla de Pedro no fue mostrado únicamente por los medios de comunicación convencionales sino que el pontífice, entonces de 85 años, utilizó su perfil en la red social Twitter para despedirse de sus fieles, en un mensaje publicado en la madrugada de aquel soleado jueves.
“Gracias por vuestro amor y cercanía. Espero que experimentéis siempre la alegría de tener a Cristo como el centro de vuestras vidas”, tuiteó desde el perfil @pontifex, inaugurado bajo su papado, en un alarde de innovación dentro de los muros leoninos que circundan la Santa Sede.
Nueve horas después, a las cinco de la tarde (16.00 GMT), el mundo pudo ver al papa teólogo ataviado con su tradicional sotana blanca, símbolo de pureza, a bordo de un helicóptero del mismo color propiedad del Estado italiano.
Tras una emotiva despedida, la aeronave despegó del helipuerto vaticano para trasladarle a la residencia estival de los papas, en la localidad de Castel Gandolfo, a 30 kilómetros al sur de Roma, un trayecto privado, que, por el contrario, no fue seguido por las cámaras vaticanas.
El vuelo de Ratzinger sobre la Ciudad Eterna pronto se convirtió en la imagen de una decisión vital para la vida de la Iglesia católica, y pasó a protagonizar las portadas de los principales medios de comunicación.
Tras el trayecto desde el Vaticano hasta Castel Gandolfo, una pequeña localidad a orillas del lago Albano, unas cinco mil personas recibieron con vítores el traqueteo de las hélices de la aeronave, que anunció la llegada de Ratzinger.
Ya en la residencia estival, con las campanadas de las siete de la tarde, las cortinas de la balconada central del palacio pontificio, mandado construir por Urbano VIII en 1628, se abrieron para dejar paso a un firme Benedicto XVI que saludó enérgicamente a los fieles presentes con un discurso memorable de agradecimiento.
Un mensaje que provocó que la plaza se iluminara con las luces de miles de dispositivos móviles con los que los congregados quisieron grabar el que se convertiría en el ultimo mensaje público del pontífice teutón.
La retransmisión de este evento histórico tocó a su fin con el plano subjetivo de una de las cámaras que, desde el interior del palacio apostólico, mostró cómo sus puertas comenzaban a entornarse hasta su cierre completo, un plano sucedido por un fundido a negro.
Desde entonces, Benedicto XVI pasó dos meses en Castel Gandolfo, hasta el 2 de mayo, el tiempo necesario para que estuvieran completadas las obras en el convento Mater Ecclesiae dentro del Vaticano, su residencia definitiva.
Su intención fue la de permanecer “oculto al mundo”, tal y como afirmó durante su renuncia, pero lo cierto es que desde que se hiciera efectiva su renuncia, a las 20.00 hora local (19.00 GMT) de aquel 28 de febrero, la Santa Sede ha continuado informando sobre la rutina del papa emérito.
De este modo, los medios han venido haciéndose eco de sus citas con su sucesor, el argentino Francisco, o de su día a día, en el que lee, reza, estudia y toca el piano después de cenar.
Su última aparición en la escena pública tuvo lugar ayer, cuando el diario italiano “La Stampa” publicó una carta suya remitida a uno de los vaticanistas del periódico en la que tildaba de “absurdas” las especulaciones sobre su renuncia.
No obstante, a pesar de estas apariciones mediáticas, mantiene firme su intención expresada el día de su renuncia, cuando prometi? “respeto incondicional y obediencia” al nuevo papa.
Una intención rememorada el pasado sábado durante el primer consistorio de ordenación de cardenales de Bergoglio, cuando Ratzinger, sentado sobre una discreta silla en un segundo plano de la ceremonia, se quitó el solideo blanco en señal de respeto para abrazar al nuevo sucesor del Apóstol San Pedro. EFE