Un año después del fallecimiento de Hugo Chávez, Estados Unidos y Venezuela arrastran el mismo antagonismo que mantuvieron durante su mandato, incapaces de superar una desconfianza mutua contra la que los intentos de acercamiento, a menudo erráticos, han resultado estériles.
Lucía Leal/EFE
Meses antes de la muerte de Chávez, el 5 de marzo de 2013, EE.UU. inició un acercamiento con su entonces vicepresidente, Nicolás Maduro, con la esperanza de superar una década de animadversión venezolana hacia “el imperio” estadounidense.
No obstante, el convulso periodo electoral y la estrecha victoria de Maduro en las elecciones presidenciales de abril, seguida por insistentes llamados de EE.UU. a un recuento, pronto dejaron claro que el daño en las relaciones iba más allá de la figura de Chávez.
Hoy, las relaciones bilaterales “siguen esencialmente igual, quizá marginalmente peor”, dijo a Efe el vicepresidente del Consejo de las Américas, Eric Farnsworth.
“El Gobierno venezolano sigue haciendo de Estados Unidos un chivo expiatorio para sus propios propósitos domésticos, lo que limita las posibilidades de un deshielo”, opinó el analista.
A partir de marzo de 2013 y sobre todo de junio, cuando el secretario de Estado John Kerry y el canciller Elías Jaua acordaron en Guatemala iniciar un diálogo para normalizar las relaciones, todos los intentos de mejorar los lazos se han visto frustrados por la “tremenda desconfianza mutua”, según el experto Michael Shifter.
“Cada paso hacia adelante iba seguido por dos pasos hacia atrás”, afirmó a Efe Shifter, presidente del centro de estudios Diálogo Interamericano.
El diálogo iniciado por Kerry y Jaua apenas sobrevivió un mes, ahogado por la indignación de Caracas ante unas declaraciones de la embajadora de EE.UU. ante la ONU, Samantha Power, sobre la supuesta “represión a la sociedad civil” en Venezuela.
Tras meses de silencio diplomático casi absoluto, Washington y Caracas han retomado su tira y afloja en las últimas semanas con motivo de las protestas de la oposición en Venezuela, orquestadas según Maduro por Estados Unidos.
El Gobierno de Barack Obama ha negado todo papel en las protestas, pero al mismo tiempo ha insistido en llamar al diálogo y denunciar un declive de las instituciones democráticas en Venezuela.
Igual que la noticia de la muerte de Chávez estuvo acompañada hace un año por la expulsión de dos funcionarios estadounidenses en Caracas, la ebullición de las protestas opositoras ha ido seguida de la orden de abandonar el país a tres diplomáticos norteamericanos.
Estados Unidos respondió a finales de febrero con la expulsión de tres funcionarios venezolanos en Washington, recortando aún más unas misiones diplomáticas que operan bajo mínimos desde la retirada de embajadores en 2010.
Pero incluso esas evidentes señales de tensión han ido de la mano de “erráticos” intentos de acercamiento, como el anuncio en Venezuela del nombramiento de un nuevo embajador en EE.UU., que ha dejado “desconcertado” al Gobierno de Obama, según Shifter.
“Yo planteo una nueva era, una nueva etapa en las relaciones con EE.UU.”, aseguró Maduro el 26 de febrero.
Kerry reaccionó con escepticismo a la oferta, al indicar que su país “está preparado para un cambio en la relación”, pero no va a “quedarse quieto mientras se le culpa de cosas que nunca ha hecho”.
La oferta de Maduro ni siquiera ha conseguido rebajar el tono de Washington respecto a las protestas en el país, como evidenciaron las declaraciones de Kerry al presentar el informe anual sobre derechos humanos del Departamento de Estado.
“En Venezuela, el Gobierno ha enfrentado a los manifestantes pacíficos desplegando justicieros armados, encarcelando a estudiantes y limitando gravemente las libertades de expresión y asamblea”, dijo Kerry el 27 de febrero.
Para Shifter, esa especie de diálogo de sordos se explica en parte porque, al contrario que Chávez, Maduro “está en una posición política débil dentro de su Gobierno”, por lo que “tiene que tener cuidado de no enemistarse con los chavistas de línea dura a través de un acercamiento” demasiado rotundo a Estados Unidos.
En paralelo a la retórica política, Venezuela y Estados Unidos mantienen una pragmática relación comercial basada en las exportaciones del crudo venezolano, vitales para Caracas porque los estadounidenses son de los pocos clientes que siguen “pagando con dólares y a precio de mercado”, de acuerdo con Farnsworth.
Consciente de que su relación comercial y energética ha ido menguando año tras año, a Estados Unidos le preocupa cada vez menos el impacto que sus roces con Caracas puedan tener en sus intereses económicos en Venezuela, un factor que sí es muy importante en el caso de Colombia o Brasil, según ese analista. EFE