Es una inquietud presente en muchos venezolanos. Los enfrentamientos callejeros entre estudiantes y la Guardia Nacional van deslizándose a un plano mas grave aupando la tesis mas sombría, esa que se esgrime de lado y lado, que ya no es posible vivir en una misma nación como hermanos, o somos unos o son los otros.
Así, los llamados al diálogo son sucedidos por acciones que contradicen esa posibilidad. Porque para el diálogo hacen falta al menos dos, y además se necesita la disposición a negociar, a buscar acuerdos que satisfagan a unos y a otros, ¿Es esto posible? Nos preguntamos.
Quienes gobiernan se amparan en el supuesto carácter revolucionario de su mandato y por tanto creen que su misión consiste en cambiar el Estado capitalista por uno socialista, se afianzan en el viejo y obsoleto concepto leninista de Estado, concebido como estructura para que una clase domine a la otra. Siendo así, de lo que se trata es de poner a las instituciones al servicio de quienes detentan el poder, es decir, de la nueva clase dominante, de los “representantes del pueblo”.
De hecho el PSUV, partido de la revolución, ha copado progresivamente las instituciones del Estado, incluso aquellas cuya conformación requiere del voto calificado de la Asamblea Nacional. El Tribunal Supremo, el Consejo Nacional Electoral y la Contraloría Nacional, tienen tiempo con parte de sus integrantes con mandato vencido. Sin embargo, aún no se renuevan, el oficialismo los controla férreamente. Cualquier diálogo sincero pasa por relegitimar, conforme lo establece la constitución, esas instituciones.
Ahí esta el meollo del asunto. ¿Está dispuesto el oficialismo a que instituciones claves como el Tribunal Supremo y el Consejo Nacional Electoral tengan una integración mas democrática, como lo establece la Constitución Bolivariana? No parece posible.
La circunstancia actual ha cambiado. Maduro no cuenta con el liderazgo de Chávez, no proviene del mundo militar, y su ascendencia ahí parece ser débil, al igual que su conexión con las masas. Adicionalmente, los recursos petroleros son insuficientes y la economía esta atenazada por una inflación de 56%, la mas elevada del mundo, y una escasez de los productos básicos que somete a los venezolanos a largas colas en los mercados.
He aquí el dilema, proseguir en el modelo de Estado autoritario y controlador, con poderes públicos secuestrados por el partido de la revolución o admitir el modelo de separación de poderes concebido por Montesquieu. De continuar fiel a la primera opción, se verá obligado a incrementar el uso de la fuerza, afianzando el militarismo en el gobierno, con lo cual es posible que se mantenga en el poder pero con una precaria gobernabilidad; o decidirse a dar un vuelco democrático y dialogar, lo que supondría doblegar a los radicales que rugen por la batalla final.
El viejo libro de Lenin: El Estado y la Revolución, no parece ser de mucha utilidad para comprender a la Venezuela actual, ni los consejos de los hermanos Castro y el modelo cubano de sociedad. Mas útil le seria leerse a Gramsci u otros pensadores socialistas democráticos contemporáneos y buscarse asesores como Mujica, Bachelet o el propio Lula que probaron gobernar en democracia, cohabitando con las naturales diferencias y procurando reformas sociales a favor de los mas vulnerables sin pretender usar la revolución y el socialismo como coartada para perpetuarse en el poder.
Una cosa si esta clara, los jóvenes y los ciudadanos que hoy están en las calles arriesgando sus vidas por un mejor futuro, no parecen dispuestos a regresar a sus casas hasta conquistar lo que salieron a buscar.
César Morillo
Sociólogo
@cesarmorillo7