Un año después, de Manila a México, pasando por Abiyán, Bogotá o París, nadie ha olvidado la “divina sorpresa” que fue la aparición del argentino, cuyas primeras palabras fueron un simple “Buenas noches”.
María Angélica Largo, una colombiana de 50 años, se felicita de la llegada a la cabeza de la Iglesia católica de “un personaje como más humano, más sencillo”, que marca un cambio positivo para la Iglesia con un papado “más común y corriente” que el de sus predecesores.
Lo mismo piensa Roger Kouassi, un profesor en Abiyán, en Costa de Marfil, que cree que lo más importante es que “Francisco esté cerca de la gente”. En Manila, la capital de Filipinas, Nora Taabic, de 58 años, decidió volver a la iglesia tras años alejada de la religión “emocionada por los mensajes de amor para los pobres” del nuevo papa.
Según Odon Vallet, un historiador francés especialista de las religiones, “nunca habíamos visto un papa tan popular en tan sólo unos minutos”. “Esta popularidad es inmensa en Europa, y va más allá de la Iglesia católica, aunque en Francia hay una minoría de tradicionalistas que no están entusiasmados”, explica.
También es inmensa su popularidad en América Latina y África aunque Juan Pablo II, el “papa viajero”, sigue siendo el más recordado por los 1.200 millones de católicos del planeta.
En Filipinas, el cuarto país de mundo con más fieles católicos, Nona Andaya-Castillo es otra de las fieles que ha vuelto a la Iglesia tras haberla abandonado.
“Creí que la Iglesia no estaba respondiendo a las necesidades de los pobres y los oprimidos”, explicó esta mujer de 52 años, que la abandonó en los años 1980 por las violaciones de los derechos humanos durante el gobierno de Ferdinand Marcos.
Aunque se opone a cualquier liberalización del aborto, Andaya-Castillo no es contraria a que el nuevo papa abra las puertas de la Iglesia a los homosexuales.
Algo que rechaza desde México Aurora Gómez. “Si esa gente [los gays] se quiere casar, que vayan al registro civil, la ley ya se lo está permitiendo. Pero no puede ser que quieran cambiar a su modo la Iglesia fundada por Cristo”, asegura.
– Un papa fraternal –
Tras un “año de gracia”, Jorge Mario Bergoglio, de 77 años, tiene muchos temas candentes sobre la mesa, entre ellos la cuestión de si las personas divorciadas o las que se han vuelto a casar serán autorizadas a comulgar.
Pero también tendrá que hacer frente al descontento de algunos cardenales italianos que han perdido influencia desde su llegada, o a los que no ven con buenos ojos la reforma del banco vaticano.
Otra cuestión delicada es la del matrimonio de los sacerdotes, algunos de los cuales tienen compañeras e incluso hijos.
Pero el papa Bergoglio tiene una baza importante: es un jesuita. Es decir, alguien capaz de adaptar el dogma a la realidad y, en este sentido, parecer menos doctrinal que su predecesor, Benedicto XVI, cuyas medidas contra la pederastia y el blanqueo de dinero fueron consideradas insuficientes.
Según el francés Paul Valadier, un sacerdote y filósofo jesuita, “la verdad que se impone a la fuerza es vana y mortífera (…) y por eso hay que seguir avanzando en un camino de vida, no de coacción, de severidad o de renuncia sistemática”. AFP