No sería fácil enumerar rápidamente la inmensa cantidad de proyectos, inventos y ocurrencias que a lo largo de estos 15 años se han quedado en el papel, en Aló Presidente, o una cadena de radio y TV la larga lista va desde los “gallineros verticales” hasta las “areperas socialistas” muchas de esas invenciones fracasaron porque estaban reñidas con el más común de los sentidos.
El llamado “Socialismo del siglo XXI” es el título empleado para ennoblecer un régimen discriminatorio, que no es para nada moderno, muy por el contrario sumamente atrasado, inspirado sin la menor actualización en ideas decimonónicas y en regímenes que fracasaron el siglo pasado. Si a ello sumamos la improvisación, incompetencia e ineficacia de quienes ejercen el gobierno, podremos fácilmente explicarnos el fracaso de sus políticas en las áreas fundamentales de la vida del país.
En la presente coyuntura la brutal respuesta a las manifestaciones estudiantiles y la protesta ciudadana es una muestra más de la anterior afirmación. Las declaraciones de diversos funcionarios para justificar la salvaje represión y la violación de los Derechos Humanos, verdaderamente de antología, sin tener el menor sentido de responsabilidad y de ética, evidencian, una vez más, la sumisión del resto de los poderes a la voluntad del ejecutivo.
Hoy está en cuestión la viabilidad de ese proyecto sin sentido y con escasa disposición a rectificar sus orientaciones erróneas. La manera como aborda el supuesto diálogo, sin inclusión de los protagonistas de los acontecimientos, sin definiciones previas establecidas por consenso y sin agenda aprobada expresa de manera diáfana la persistencia en el error.
Se podría decir que, a diferencia del cantar según el polo margariteño que el régimen no tiene “sentido, entendimiento y razón”. La flamante Defensora del Pueblo recientemente, después de unas increíbles declaraciones, intentó aclarar, sin lograr tal propósito: lo cierto es que en todo caso la tortura no tiene sentido, más bien es un total sin sentido.
Alzando la mirada más allá de los trágicos acontecimientos actuales, insistimos que las fuerzas democráticas tienen que proseguir la ruta de acumular fuerzas y acentuar su labor cotidiana en los sectores populares para ampliara la mayoría y convertirse en verdadera alternativa. Nunca afirmamos que ese camino sería fácil y veloz pero ese es el camino que puede conducir al triunfo y a su consolidación. A la reunificación de los venezolanos y como en algunas notas antes señalamos a despejar el horizonte. En última instancia ese si es el sentido de esta lucha.