La oposición necesita dialogar consigo misma, antes que con el gobierno. Sus líderes están obligados a revisar sus posiciones y resolver sus desavenencias. Es preferible una separación razonada entre quienes conforman la MUD que su alianza improductiva. Por cierto, los sucesos recientes han demostrado que los venezolanos están preparados para elegir entre una oposición radicalizada y otra moderada. En los hechos, se produjo una escisión entre los ciudadanos que respaldaron las barricadas y quienes se opusieron. Esa división es sana, pues expresa irreconciliables percepciones y soluciones a la crisis del país. Mantenerlas reunidas es lo contraproducente. Basta pensar que esa unidad dificulta la conexión de los voceros de la oposición con los sectores populares. También torpedea cualquier interacción entre los moderados de la oposición y del chavismo. Por eso, ha permanecido sucia la comunicación entre quienes mantienen una agenda similar de reclamos y expectativas, mientras que se ha favorecido el solapamiento entre sectores que tienen muy poco en común. Por ejemplo, los intereses y preocupaciones de la clase media son cercanos a los sueños de los sectores populares. Sin embargo, la MUD con su mezcla turbia de visiones ha provocado que la opinión de grupos minoritarios de esa misma clase media se posicione como si fuese la expresión de las mayorías.
La deliberación sin cortapisa de la oposición traerá más beneficios que daños. En principio permitirá que millones de venezolanos examinen con claridad los compromisos, riesgos y utilidades que se deriva de las diferentes alternativas. La participación será activismo consciente, no colaboración a ciegas. Por otra parte, los ciudadanos podrán decidir si respaldan aquella tesis según la cual el reencuentro entre clases sociales es un paso insustituible para rescatar la vida en democracia, o si creen que basta con una rebelión en la clase media. Por supuesto, también serán conminados a decidir entre apoyar un pacto cívico-militar o avalar las directrices de civiles moderados. Por lo demás, la postura moderada es aquella que entiende que este año el proyecto es restablecer la comunicación entre la clase media y los sectores populares; en particular, los independientes que están desencantados. Como se ve la palabra “moderado” nada tiene que ver con escuchar las alucinaciones del presidente o meterle el hombro al gobierno para corregir sus desafueros.
Un diálogo que deslinde las estrategias que conviven en la oposición tiene un último beneficio. Quizá el rédito más importante para Venezuela: Una amplia multitud democrática desautorizaría a quienes utilizan la violencia para actuar en su nombre. Con lo cual evitarían que su malestar y sus protestas fuesen colocados como fachadas por el PSUV y los colectivos para cometer fechorías o justificar un golpe seco de militares al servicio de los Castro.
Alexis Alzuru
Profesor. U.C.V.