Ha transcurrido un mes de protestas juveniles a lo largo y ancho del país, ante un estado de cosas que en este mismo Blog hemos calificado antes como calamitoso, por la combinación entre: inseguridad, anarquía, desabastecimiento, degradación moral, lucha de clases, antivalores, represión, quiebra virtual de una nación rica, inflación, endeudamiento, falta de divisas, alianza del gobierno con paramilitares o “colectivos”, cubanización, entrega de soberanía, corrupción, abuso de poder, hegemonía informativa del Estado, y tantos otros males asociados al totalitarismo.
Los jóvenes han salido a la calle a luchar por un futuro que les ha sido arrebatado; por el rescate de una Venezuela de oportunidades y del orgullo de la venezolanidad; por el respeto a derechos y libertades propios de naciones civilizadas; por la alternabilidad política mediante elecciones limpias; por el imperio del Estado de Derecho y el reconocimiento al adversario político, en circunstancias en que voceros del régimen afirman que jamás abandonarán el poder, pues la revolución llegó para quedarse; por la insólita ruina de un país endeudado, donde no hay dólares, bienes, inversiones, infraestructura, y hasta las líneas aéreas se alejan por falta de pagos, contribuyendo sin desearlo al aislamiento de la nación, ya con escasos visitantes.
La juventud percibe con dolor que uno de los países más ricos de la región, el de mayores reservas petroleras del mundo, vive un proceso de pauperización, de nivelación hacia abajo, de liquidación del aparato productivo y de la iniciativa privada, en aras de un fanatismo que ni siquiera los socios del ALBA salvo Cuba aplican, aunque hay que decirlo, al menos en esa oprobiosa dictadura, la parásita que vivió antes de la URSS y ahora de Venezuela, hay mayor institucionalidad, y con puño de hierro ofrecen al pueblo cubano a su manera, seguridad y orden, inexistentes en Venezuela.
Los jóvenes de hoy ven con pesar la diáspora de sus amigos y compañeros, en un drenaje de talento humano que empobrece aún más a la nación. Ven con rabia cómo se desmorona la educación, y cómo se regodea la banda gobernante con graduar médicos en tres años, siendo que la carrera de enfermeros es de cinco años en cualquier lugar del mundo, y que todos los países emergentes hacen descansar sus estrategias de desarrollo en educación de alta calidad. Duele al país y a los jóvenes que las Universidades públicas de tradición: la Central, Simón Bolívar, Zulia, Los Andes, Carabobo y Oriente, las cuales no han podido ser tomadas por el oficialismo ni por la fuerza ni por la vía electoral, están siendo asfixiadas por la vía presupuestaria, llevando a sus docentes, o a desertar o a languidecer como mendigos.
El balance de la jornada de protestas es doloroso: cerca de 30 vidas segadas, centenares de heridos, presos, torturados, vejados, mientras Leopoldo López sigue encarcelado, se dictan medidas privativas de libertad contra otros, se somete al Alcalde Antonio Ledezma y a otros Alcaldes opositores al escarnio público, se ataca de nuevo brutalmente a la valiente María Corina Machado y a sus acompañantes en el Estado Bolívar por de la misma diputada que lo hizo antes en la Asamblea Nacional, ello ante el silencio cómplice del gobierno, mientras las calles siguen tomadas por los grupos paramilitares, armados, financiados y protegidos por el gobierno y por la Guardia Nacional.
A confesión de parte, relevo de pruebas, dice la sabia conseja. El gobernante Maduro, sigue imputando a los Estados Unidos y a la derecha todos los males del país, y no a su incompetencia, pero reconoce abiertamente que los “colectivos” son su principal arma de defensa, al afirmar:
“Eso sí, todos los colectivos, en un momento dado, si los gringos algún día nos invadieran, les saldrían como hormigas y se los tragarían como pasó en Vietnam. Nos tragaríamos a los gringos vivos, como millones de hormigas nos los tragaríamos; y no solo aquí en toda América Latina, oyeron”.
La reacción es la de una política internacional manejada en forma visceral y a las patadas: ruptura de relaciones diplomáticas con Panamá por proponer un análisis de la crisis venezolana en la OEA; la neutralización del organismo y el traslado de la discusión a la Unasur, convertida en una instancia política y no de integración económica; acusaciones contra Estados Unidos y expulsión de diplomáticos de ese país; y la búsqueda de solidaridades regionales sobre bases ideológicas, de necesidades de petróleo nacional subsidiado, o de apego a los restos del botín venezolano.
Los jóvenes protestan porque la institucionalidad desapareció, porque no hay libertad de información bajo una hegemonía oficialista, y porque la economía se desliza hacia el abismo. Varios analistas hablan ya de la implosión de la economía venezolana, todo lo cual se refleja en que el país registra uno de los índices de riesgo-país más altos del mundo, y que consecuentemente las tasas de interés aplicables a su deuda soberana, sea de niveles protuberantes.
Pese a la indiferencia internacional, algunas voces se han manifestado en forma solidaria, como las de los Congresos de Chile y Estados Unidos, del Parlamento Europeo, de los ex Presidentes Oscar Arias, Alan García, Alejandro Toledo, Oswaldo Hurtado, Luis Alberto Lacalle, Jorge Quiroga, Federico Franco, Álvaro Uribe, Fernando Henrique Cardoso, entre otros, clamando por el cese de la represión, por un diálogo sincero, y por el derecho a la protesta de los venezolanos.
¿Diálogo? ¿Es factible esa opción, sin duda deseable? Quien esto escribe lo intentó genuinamente con Hugo Chávez en 2001 con resultados fallidos, pues ni Chávez ni Maduro ni el régimen creen en ello, sino en la subordinación pasiva de los opositores a los designios del régimen. Ellos no desean pasar a la historia como estadistas, que dialogan y conciertan, sino como revolucionarios que imponen su voluntad y no reconocen la existencia de más de una mitad del país que disiente, sino que la consideran un enemigo al cual hay que vencer y destruir.
¿Qué pensarán los jóvenes inmersos en la protesta?: que para ello es menester el reconocimiento a la otra parte, el cese de la represión, la liberación de los presos políticos, el desarme de los colectivos, una voluntad verdadera hacia la paz, la reconfiguración de la integración de los poderes públicos cuyos integrantes tienen períodos vencidos, que se atiendan necesidades vitales y perentorias de la población, que se descubanice el manejo estratégico de la nación, y que se discutan los grandes problemas nacionales con sinceridad, apertura, y se admita la alternabilidad democrática con elecciones limpias, confiables y supervisadas, pues la perpetuación del régimen no solo es contraria a los más elementales principios constitucionales, sino que puede sumir a Venezuela en un conflicto fratricida, de larga duración y nefastas consecuencias.
“Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios”