Es penoso tener que emitir juicios negativos sobre la conducta del presidente de la República, del presidente de la Asamblea Nacional o de cualquier otro alto representante de los poderes Públicos. Pero es imposible no declarar descontento cuando estos insultan, difaman, utilizan a la GNB, a la PNB y hasta mercenarios, para que disparen, apresen, torturen a estudiantes e invadan residencias familiares con el objeto de apresar, neutralizar o anular la protesta. ¡Qué descaro! Estos “respetables” personajes, después de haber mentido y afrentado a la población, sin escrúpulos, piden respeto, diálogo y paz. El trayecto hacia el diálogo y la paz no puede estar minado.
¿Quién dijo que con sólo ganar elecciones se es democrático? Un líder o gobernante demuestra su conducta democrática: antes, durante y después del ejercicio de sus funciones. La democracia es una conducta. Los antecedentes del gobierno chavista son golpistas, ahora declara ser democrático porque realiza elecciones. Ciertamente, estas legitiman si se realizan en igualdad de condiciones para todos los candidatos. Además, quien recibe un gobierno a través de elecciones se legitima si su desempeño cumple con sus funciones y acata los preceptos constitucionales. Pero si los viola, parcializa sus políticas, segrega, se torna sordo ante las quejas del pueblo, rompe con las buenas costumbres, practica la corrupción o se hace cómplice de quienes la ejercen y no respeta los derechos de personas, pierde su legitimidad.
Silenciar, censurar, amenazar, difamar, insultar, reprimir y excluir utilizando, desde el gobierno todo el poder del Estado, es sin duda, la más perversa de todas las violencias. Si el gobierno usa armas de fuego institucionales o de grupos armados irregulares financiados con dineros del Estado para torturar, herir o asesinar a manifestantes desarmados comete el más villano acto de cobardía e incurre en grave delito de lesa humanidad. Acaso, ¿así no ha sido la modalidad de la cúpula roja desde 1999? Esta operatividad represiva, se hizo más evidente a partir del mortal estallido de represión del 12 de febrero. Maduro, provocó a la manifestación para justificar la violencia y la represión institucional. Pero por contraposición, los acontecimientos lo retratan como retaliativo, represivo, retrogrado, lastimero y muy chato de imaginación. Quiso medrar del conflicto para intimidar a la oposición y esconder la crisis político-económica en ciernes. Pero al disparar contra estudiantes, lastimó la parte más sensible del pueblo. Mientras más haya represión sobre estudiantes, más se agudizará su resistencia. Todo, porque los estudiantes tienen dolientes inmediatos. Lamentablemente, el gobierno nacional sigue siendo imprudente al tratar de resolver el conflicto mediante represión y prohibición. Van más de 30 muertos, 380 heridos, 59 casos de tortura, aproximadamente 1.500 personas detenidas e innumerables violaciones de domicilios. Es por ello, que el pueblo se solidariza y se suma a la protesta estudiantil. La rebeldía de estudiantes, trabajadores y amas de casa si tiene causa. Los empuja la necesidad de exigir seguridad alimentaria, seguridad por la vida y bienes. Su lucha es contra la escasez, la inflación y a favor de las libertades democráticas.
Aunque el gobierno de Maduro trata de esconder el impacto político, que los efectos de la protesta estudiantil han causado en el alto gobierno, en las filas de los dirigentes del PSUV, en la FANB y en la cúpula roja, el ruido del desmantelamiento se empieza a escuchar. Pero Maduro obnubilado por la imagen de su antecesor, pareciera estar atrapado en uno de los pasajes de El Príncipe de Nicolás Maquiavelo. Cristina Hermida, en su ensayo Poder y Autoridad, nos despeja esta incógnita: “Maquiavelo, quien afirmaba en El Príncipe que el nuevo gobernante, quizá un usurpador inhabilitado para reivindicar una base hereditaria o religiosa que le permita ocupar su posición, debe convertirse, para sobrevivir, en un experto en el ejercicio del poder y en la manipulación de las personas, utilizando tácticas oportunistas y una “economía de violencia”. La autoridad, por consiguiente, no es esencial a corto plazo, –dirá Maquiavelo– aunque el príncipe intente obtenerla a largo plazo.”
Maduro, no ha sabido administrar el caudal político heredado de su antecesor. Su conducta defenestra su trayectoria y destino político. Y en el error, falazmente invita a la oposición al diálogo; pero con agresión y difamación rompe la tabla que puede salvarlo del desastre. Además, las respuestas a la protesta estudiantil nunca han sido políticas, cayó en las arenas movedizas del uso de la represión y en las redes de sus rivales que están dentro del gobierno y fuera de él. La desesperación del tren de gobierno es dantesca y peligrosa. Cuando la mentira y la impostura gobiernan, la verdad se vuelve insurgente en los diferentes estratos de la población. Y los estudiantes no han sido una excepción. La matriz de opinión que vocea la gente, es que la violencia viene del gobierno. Maduro se puso en evidencia. Su figura desgastada, no dice nada hacia el futuro. Se le hará difícil seguir en gobierno. Por ello, su dimisión se hace inminente.
Víctor Vielma Molina/Educador/[email protected]