Empecemos por reconocer que todo este múltiple y permanente levantamiento ciudadano está dañando al Gobierno, pero no es el único problema que tiene. Aún más complejo es el crecimiento de los precios de todos los productos –con algunas posibles excepciones via Sicad 2. Pero los aumentos oficiales y callejeros de precios de los productos de todos los días han llegado a niveles virtualmente impagables, lo cual, junto a las humillantes y congestionantes colas en comercios gubernamentales y privados, y su origen, el desabastecimiento, hacen insostenible cualquier nivel de vida relativamente satisfactorio para las clases medias y bajas.
Un problema creciente, frente al cual el madurocabellismo actúa aún peor, es la falta de una oposición sólida, contundente, activa y presente día tras día con un mensaje coherente, con compromisos sólidos, creíbles y deseables. La MUD no es la oposición, es sólo una oficina de coordinación. La ausencia de esa oposición lleva el interés público a figuras concretas, como Leopoldo López y María Corina Machado –Capriles no logra desprenderse de esa sensación de que sí es pero no es, de que sí se compromete pero no está comprometido- y las eleva a niveles de máxima presencia y de voceros autorizados de la esperanza.
Ante ellos, Adán y Eva de un nuevo pais no socialista sino eficaz y reverberante de juventud, ingenio y coraje, las figuras de Nicolás Maduro y de Diosdado Cabello, cada uno en sus empeños, se perciben opacas, sombras de un presente que la mayoría quiere transformar lo más pronto posible en pasado.
Es decir, están solos de la Mesa de la Unidad, pero victoriosamente presentes en la mente y los sueños populares. Un problema bíblico que el castromadurismo no está resolviendo.