Dentro de una capilla ubicada en las orillas de Roma, una monja abre con una llave un panel de madera en la pared y queda al descubierto un nicho escondido.
Detrás del cristal y sujeta con puntadas en un respaldo se encuentra una reliquia del santo sufrimiento: la camiseta manchada de sangre que Juan Pablo II llevaba puesta el día que un individuo le disparó en el estómago en la Plaza de San Pedro.
La prenda de mangas cortas y con el hoyo de la bala lleva las iniciales “JP” que le cosieron en hilo de algodón rojo en la etiqueta las monjas que le lavaban la ropa. Algunas roturas se ven del cuello a los costados y las hizo el personal de emergencias que desgarró la camiseta de Juan Pablo II al acudir presuroso a salvar la vida del pontífice de 60 años.
La prenda es una de las más notables de las que han surgido en la interminable lista de reliquias de Juan Pablo II, que será declarado santo el 27 de abril, en la misma plaza donde un turco intentó asesinado a tiros el 13 de mayo de 1981.
Las reliquias de Juan Pablo II están en auge desde la beatificación del amado papa en 2011, y adquieren una importancia y veneración cada vez mayor antes de que lo canonicen el próximo domingo.
El fenómeno fue impulsado por el confidente y secretario de mucho tiempo de Juan Pablo II, el polaco Stanislaw Dziwisz, que ha distribuido las reliquias entre las iglesias que las solicitan.
El Vaticano también ha tenido una participación en la fiebre por esos objetos al romper sus propias reglas para permitir la veneración mundial de las reliquias de Juan Pablo II apenas fue beatificado sin esperar a que éste se convirtiera en santo.
La famosa camiseta fue descubierta por la enfermera jefe en la sala de operaciones de la Policlínica Gemelli de Roma cuando ella limpiaba el piso.
“Ella comprendió que la camiseta podría ser importante”, dijo la hermana Amelia Cicconofri, quien a petición exhibe la prenda en la iglesia de Regina Mundi.
“(La enfermera) la recogió, la envolvió en una toalla y la conservó en el clóset de su casa”, agregó.
La enfermera Anna Stanghellini, que vivió sus últimos años en el convento de la iglesia, donó la camiseta a las monjas del lugar, legando un testimonio gráfico y tangible del sufrimiento físico de Juan Pablo II.
Las reliquias de Juan Pablo II no están limitadas solamente a Roma. Juan Pablo II fue el primer papa trotamundos y dejó cosas asociadas con él diseminadas en el orbe.
Para que a un objeto se le clasifique como reliquia es necesario que haya estado en contacto físico con el santo en cuestión.
El restaurante del área de Manila donde Juan Pablo II almorzó durante su peregrinaje de 1995 a Filipinas exhibe la cuchara, tenedor, copa de agua, cuchillos y mantel —todo sin lavar— después de que el pontífice degustara pescado a la parrilla y camarones fritos en el lugar.
En otras partes en esta nación asiática predominantemente católica, algunos centros comerciales exhiben este mes mechones de su cabello blanco planteado y un fragmento de una sábana de su lecho de muerte.
Irish Julia Feniquito, de 24 años, enfermera en la ciudad de Querzón en Filipinas, llevaba puesta su bata azul y buscaba comprar un vestido cuando pasó por una exhibición itinerante de reliquias de Juan Pablo II en un centro comercial.
Se hincó para rezar durante varios minutos frente a un altar improvisado y escribió sus reflexiones en una hoja de papel que introdujo en una caja bajo un gorro papal. AP