A lo mejor exagero pero se me antoja que el ambiente anti MUD que mucha gente y también muchos sectores, expresan me recuerda la antipolítica que colmaba los espacios de opinión en el último lustro del siglo XX. Entonces el rechazo a los partidos políticos tradicionales, y no tanto como el MAS; la negación de virtudes a los que habían sido los líderes naturales, salvo Caldera que astuta y oportunistamente se había mimetizado contra el sistema político; el asqueo de la gente contra la corrupción y en general las falencias propias de la democracia, que aunque imperfecta siempre ha demostrado ser la mejor forma de gobierno que la humanidad ha encontrado, calaron en la población y sobre todo en un sector de la clase media, obraron el milagro de acabar con una era y dar paso a la aventura política que más cara nos ha costado a los venezolanos. De repente comenzamos a ver en los carros banderitas de Venezuela y en las emisoras de radio a oír música llanera de manera más regular; es decir, hubo un resurgimiento del chauvinismo al mejor estilo de la época perejimenista. Estos y otros signos preludiaron la debacle política que nos condujo infierno en que nos encontramos hoy.
Por eso es bueno recordar el comportamiento de la gente de la clase media de entonces, que de simpatizantes de los partidos tradicionales: AD y Copei, pasaron a ser hipnotizados por un charlatán militarista que prometía derribar en un lapso muy corto todo el andamiaje institucional que costó 40 años construir y al cual el voto de esos venezolanos le había otorgado legitimidad. Así las cosas, ni los intelectuales, ni la gente más educada logró convencer a una clase media con capacidad de consumo, producto de su esfuerzo, pero con muy pocas luces en materia política, que aquello que les ofrecía el militar golpista era un espejismo que se volvería contra ellos. Todo esto me recuerda también la forma compasiva, por decir lo menos, como nos ven los pensadores de países desarrollados, al analizar nuestra eterna fatalidad en América Latina por desandar caminos que nos había costado mucho tomar y que nos llevaban al éxito, pero como éste no se producía en forma rápida, nos tornamos presa de la impaciencia así como de la improvisación y buscamos entonces una salida fácil y más corta que generalmente la ofrece un populista charlatán, todo lo cual es la vía más directa al abismo.
El rechazo público y notorio contra la MUD que hacen los estudiantes, que aunque no se expresó en esos términos en el comunicado que produjeron, la intención de recalcar la autonomía del movimiento estudiantil frente a la mesa trasluce a las claras un distanciamiento real; el deslinde de la MUD que hacen los defensores de derechos humanos, los ataques de opinadores contra la federación de partidos que coordina Ramón Guillermo, las críticas desconsideradas por haber aceptado concurrir al diálogo, son motivos para preocuparnos porque nos coloca nuevamente en el terreno de la antipolítica y ello es terrible sobre todo en un momento en que la unidad es más necesaria que nunca.
La posibilidad de que a la postre el régimen no pueda controlar la crisis económica con sus secuelas de inflación y escasez, el hecho de que se pueda acentuar la crisis política y la eventualidad de que se le vaya de las manos la gobernabilidad del país por la irrupción de una enorme crisis social, podría agarrarnos sin una unidad sólida y coherente, sin un liderazgo natural que pueda encauzar al país en esos momentos tan dramáticos. Oigamos a Vargas Llosa cuando nos recuerda que la unidad es sagrada y el mayor valor por el que debemos luchar en estos aciagos momentos para la nación.