La falta de aceite obliga a los guaros a bajar la fritanga y comer más sano, bien sea sancochado o asado. La escasez de alimentos les despertó las habilidades para suplir un alimento por otro o simplemente no extrañarlo.
Margot Pérez no se da mala vida por la falta de leche en el mercado. “Si la leche falta el cafecito me lo tomo negrito, aunque me caiga pesado en el estómago”.
Nadie se ha acostumbrado a la escasez menos a la especulación, pero cada familia se la ingenia para tener los alimentos. No hay forma de suplir uno por el otro porque los anaqueles se ven vacíos, pero sí recorren la ciudad para comprar los más necesarios.
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