Fueron creadas con el propósito de ayudar a personas que no podían caminar, a quienes habían sufrido un accidente y necesitaban apoyo para movilizarse, o a otros que por su avanzada edad se les hacía difícil caminar. También procuraban ayudar a niños que tuvieran retraso en su desarrollo para gatear o andar.
Pero su uso se popularizó y años más tarde las andaderas estaban en las tiendas de artículos para bebé como un dispositivo para aprender a caminar y ayudar al menor a movilizarse. Padres, pediatras y especialistas en desarrollo infantil las recomendaron.
Sin embargo, el tiempo ha mostrado los efectos nocivos de aquella moda, todavía vigente hoy en algunos hogares.
Un estudio publicado en 2010 en el Bristish Medical Journal resaltó que estos aparatos no solo aumentan el riesgo de accidentes y lesiones graves, sino que retarda el desarrollo del niño y fuerzan al menor a tener posturas y movimientos antinaturales, retrasando el aprender a caminar.
La pediatra panameña Catalina Cuéllar, especialista en ortopedia, destaca que el desarrollo motor va de la mano con el desarrollo mental: el bebé primero se arrastra, luego se sienta, gatea, y, por último, camina. Este ciclo se rompe con las andaderas, que apuran un movimiento similar al caminar y que, a la larga, demorará más que camine sin apoyo.
“Los que gatean hacen un entrenamiento físico e intelectual para aprender a moverse; los que usan andador son más propensos a sufrir lesiones porque no llevaron ese proceso y su mente no sabe cómo coordinar o reaccionar”, explicó Cuéllar.
Para ella, el problema puede ir más allá: “Ahora no hay pruebas científicas suficientes, pero si se hiciera un estudio pormenorizado, con estadísticas de seguimiento, seguramente nos encontraríamos con anomalías en las rodillas y pies de los pequeños”, aseveró.
Rodolfo Hernández, director del Hospital Nacional de Niños, recalca que las andaderas hacen que los niños no se vean las piernas y altera la relación del niño con el espacio. “Parece que la mayoría de los niños se empareja con sus pares entre los 15 y los 18 meses, pero hay que prestar atención. La naturaleza no nos enseña a caminar con las piernas abiertas, pero la andadera sí hace que el niño se movilice con las piernas abiertas”, agregó.
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