Si usted quisiese ordenar hoy en Amazon.com un ejemplar de la traducción al inglés de Le capital au XXIe siècle [Capital in the Twenty-First Century], un volumen de 696 páginas cuyo autor es el economista francés Thomas Piketty, descubirá que la edición está agotada: hoy día, el libro de monsieur Piketty es el más vendido en Estados Unidos y gran parte del llamado primer mundo.
Haciendo esta observación comienza mi amigo Andrés Hoyos su comentario, no precisamente al libro de Piketty, sino más bien a la viva reacción que ha suscitado en los medios conservadores del todo el mundo desarrollado.
Publicada en El Espectador de Bogotá el pasado 28 de abril, la nota de Hoyos fue el empujón decisivo que necesitaba yo para decidirme al fin a “bajar” el libro de Piketty a mi tableta Kindle. Y digo “decisivo” porque, tratándose de Hoyos, lector de suma perspicacia y no solamente un editor fuera de serie, sino una inteligencia desprejuiciada en grado sumo, su pieza de opinión vino a sumarse a otras reseñas de las que quizá la más consagratoria haya sido la del economista estadounidense Paul Krugman, premio Nobel de economía en 2008. La nota de Hoyos fue, por cierto, una de las primeras en aparecer en nuestra lengua.
Una de mis propensiones, en modo alguno desinteresada porque me ha dado de comer desde hace ya largo tiempo, es la lectura y glosa de temas económicos; como quien dice de la economía y sus alrededores. Aunque no he terminado de leer el frondoso volumen del profesor Piketty, desde los primeros capítulos he debido rendirme ante su altísimo nivel de disertación [ la proverbial inteligencia gala deslumbra a cada paso pues Piketty es también dueño de una prosa elegantemente persuasiva ] y por la probidad con que arduamente ha obtenido y desplegado su convincente tabla de datos duros.
Un efecto inmediato de la publicación del libro de Piketty ha sido la reacción del elemento conservador, en especial en el mundo anglosajón, algunos de cuyos miembros no han tardado en ver a Piketty como a un autor peligroso. Se trata de algo que remite al origen de la voz “reaccionario”: dícese de quien reacciona con alacridad ante lo nuevo.
Tal es el caso del muy respetado James Pethokoukis, del Instituto Estadounidense de la Empresa, quien advierte en National Review que el trabajo de Piketty debe ser rebatido, porque, de lo contrario, “se propagará entre la intelectualidad y remodelará el paisaje político-económico en el que se librarán todas las futuras batallas de las ideas políticas”. Ciertamente es mucho decir sobre un libro. Casi eqivale a sugerir que debería prohibirse. O quemarse.
¿Qué es lo que hace del “Capital” de Piketty un libro tan insoslayable como denostado? Dejemos que sea Paul Krugman y no yo, simple mortal, quien allegue su mucho más entendido y valioso parecer:
2.-
“El nuevo libro del economista francés Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, es un prodigio de honestidad. Otros libros de economía han sido éxitos de ventas, pero, a diferencia de la mayoría de ellos, la contribución de Piketty contiene una erudición auténtica que puede hacer cambiar la retórica. Y los conservadores están aterrorizados.
“Acusar de ser un extremista de izquierdas a cualquiera que ponga en duda cualquier aspecto del dogma del libre mercado ha sido un procedimiento habitual de la derecha, desde que William F. Buckley y otros como él intentaran impedir que se enseñase la teoría económica keynesiana, no demostrando que fuera errónea, sino acusándola de ?colectivista?.”
3.-
Tengo para mí que el éxito de este libro radica, como señala muy bien una nota editorial de The Economist, en que aborda el tema preciso en el momento más indicado. Ese tema es la desigualdad. Esta noción enfebrece la discusión pública muy especialmene en los Estados Unidos.
Después de desestimar las brechas entre los que tienen y los que no como una obsesión propia de socialdemócratas europeos, los estadounidenses del común, golpeados – e indignados – por los excesos de Wall Street, han comenzado a hablar no sólo de la riqueza y de los ricos, sino de un tópico que hasta hace poco era anatema en la consciencia económica de los americanos: lo redistributivo.
De allí, concluye The Economist, el irresistible atractivo de un libro que sostiene que la creciente concentración de riqueza, aún en tiempos de crisis, es inherente al capitalismo y que recomienda un “impuesto global” a la riqueza cómo única solución progresista y no violenta.
¿Un nuevo Marx? No lo creo, aunque la izquierda, en especial la europea, salude este libro como una nueva biblia. Simplemente, y no es poca cosa, se trata de una nueva aproximación, muy bien sustentada, al debate sobre el tener y el no tener en la posmodernidad que, tarde o temprano, nos alcanzará también a los latinoamericanos no importa cuán regresivos nos haya tornado la resentida bazofia ideológica chavista-kirchnerista.
Confío en poder glosar lo esencial de tal debate en entregas por venir antes de que la Academia Neopopulista Latinoamericana se apropie del mismo y, tal como hace con todo lo que toca, lo sobresimplifique hasta convertirlo en dogma de consignas huecas; es decir, y con perdón de las señoras, antes de que agarren a Pïketty y lo vuelvan mierda.
Publicado en Ibsen Martínez