Venezuela ha caído profundamente en la calificación de países. Aparece en la cola en cuanto a su situación económica, social, política y hasta militar. Nada funciona. Las políticas que se implementan son probadamente fracasadas en el continente y el mundo, pero el régimen se aferra a la dominación cubana.
Se trata de una escandalosa pérdida de soberanía, humillación que genera un cuadro de violencia física e institucional, de represión abierta y encubierta, como único recurso para mantenerse en el poder.
Dentro de esa estrategia diabólica del castro-comunismo están las acusaciones de golpe de estado y magnicidio que nuevamente repiten como loros amaestrados, los voceros de esa cosa que llaman “alto mando del gobierno”: Pero se les está pasando la mano al acusar irresponsablemente a calificados e insobornables dirigentes de la oposición democrática y, por supuesto a Estados Unidos en la persona del embajador de ese país en Colombia. Ante la opinión pública el régimen perdió toda credibilidad. Estas escandalosas denuncias se le devuelven, lo erosionan mucho más de lo que desprevenidamente puede apreciarse. Conozco a casi todos los acusados.
No son golpistas, ni criminales asesinos. Pero tienen alta credibilidad ante la nación y peso creciente en el campo internacional. Debemos prepararnos y no hacer el juego a los bandoleros que gobiernan. Ellos tratarán de ir a fondo abusando del poder concentrado y del despreciable control de los medios de comunicación para desprestigiar y hasta encarcelar a quienes les de la gana.
En consecuencia debemos asumir su defensa con claridad y sin miedo. Repetimos una vez más que el sitio del planeta tierra donde hay más golpistas por metro cuadrado, es el régimen que controla el estado-gobierno. No están en la oposición. Deberían mirar hacia adentro y hacia los lados. Atención rojos rojitos, el descontento crece y se multiplica. El rechazo a Maduro es incontenible e irreversible. Los cuarteles, un hervidero.