La verdad yo no, al menos a ese que en su tonta obsesión Rodríguez Torres, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez presentan como la “mente maestra”, el “genio” articulador detrás de la conspiración en Venezuela.
No miento, me gustaría conocerlo, saber qué piensa, qué hace, cómo logró enloquecer de ese modo tan frenético al régimen más peligroso -por su prostitución- de Latinoamérica y preguntarle: “Hermano, ¿cuándo se acabará esto? Coño, ¡dímelo!
En el desespero que vive el país, si tuviese la posibilidad de toparme a ese Tovar, lo agarraría por el cuello, lo sometería contra una pared y le increparía hasta que me dijese la verdad sobre su suave rebeldía, y si no la tuviese, le exigiría que me inventase cualquier vaina, lo que sea, pero que diese algo de luz a este largo túnel histórico.
No puede ser que con todo lo que se ha dicho y escrito sobre él no sepa nada, al menos alguna cosita menor, algo, lo que sea.
No puede ser.
La dificultad de ser quien no se es
Escucho hablar de él, veo las presentaciones que se hacen, observo cómo asesinan a su gente cercana, cómo encarcelan a su jardinero y a sus allegados, cómo persiguen a sus amigos y familiares y no me cabe la menor duda: debe ser peligrosísimo, al menos en la psicosis del régimen.
Lo digo con honestidad: ¡no me calo más su inocencia!
Porque si ese Tovar del que habla la dictadura con tanto repetido ahínco no es todo lo que dicen que es -al margen del monumental bochorno para el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN)-, estaríamos perdidos.
Un tipo capaz de anticipar la muerte de Chávez (¿causarla?); de preveer que su sucesor sería su “amado” guardaespaldas y chofer Nicolás; de organizar protestas callejeras con cuatro años de anticipación; de movilizar y financiar a millones de jóvenes; de seleccionar a los líderes opositores que harán historia; y de crear una matriz de opinión pública internacional contra el régimen por sus violaciones a los derechos humanos; es lo que necesita el país.
¡Ese es el conspirador que andamos buscando! Si no existiese, pese a la dificultad que implica, tenemos que crearlo. No hay opción.
Sea lo que sea Tovar como desestabilizador (¿a quién habrá desestabilizado? ¿a una Primera Dama?), tiene paranoica a la dictadura, cometiendo los errores más extravagantes y absurdos que se le hayan conocido en los últimos años.
Lo que ha hecho lo ha hecho bien, por algo tiene histéricas, chillando, a las rojitas hienas.
Venezolano que no ha sido acusado por el régimen, que no ha sido vilipendiado o perseguido, que no ha sido defenestrado o tildado de blasfemo, debe hacer una revisión moral de sí mismo.
Tovar se ha ganado bien su fama, me gustaría emularlo.
La tercera persona del singular
Qué bueno que no lo conozco -quiero decir a ese Tovar- porque si lo conociese y escribiese sobre él podría ser visto como presuntuoso.
Igual me excuso…, lo excuso. Pese al fastidio que implica, me veo obligado a mostrar el semblante de quien se ha convertido en uno de los hombres más abominados del chavismo porque ya son muchos los injustos estragos y el sufrimiento que se han causado a su alrededor: persecución, prisión y, lamentándolo mucho, hasta muerte.
Según se dice, el gran pecado de Tovar radica en haber organizado una rebelde “Fiesta Mexicana”. Señala Rodríguez Torres que Tovar fue la reina blanca de esa rumba rebelde, es decir el Juan Gabriel conspirador. Uno se dobla de risa cada vez que escucha semejante pendejada, pero ante la insistencia hay que seguirle la corriente al delirio.
Antes de la “Fiesta Mexicana”, salvo algunas menciones esporádicas, Tovar era sólo un perfecto “más o menos” de la cultura en Venezuela, es decir, otro ciudadano con sueños e ideales diferentes al madurismo, que es algo, pero no es mucho.
Miguel Rodríguez Torres está empeñado en enaltecerlo, en convertirlo en un mito. Dice todo y de todo sobre él. Pronto dirá que sus poemas eróticos y sus artículos de opinión son la más peligrosa artillería antirrevolucionaria, el arma oculta tras el “golpe militar”.
Cualquier cosa es posible.
La luz y el sacrificio
El Tovar que conozco detesta la dictadura y no tiene ningún empacho en llamar las cosas por su nombre.
En su afán por ser otro “más o menos” de la cultura, es decir otro que se atreve a “soñar” un país distinto a este monumental despelote madurista, se ha unido al valeroso brío del bravo pueblo estudiantil por liberar a Venezuela. No es mucho su aporte, pero es algo.
Además, admirado e infinitamente agradecido con María Corina Machado y Leopoldo López, ha decidido ser otro humilde seguidor de su liderazgo; ha decidido seguir su fortaleza espiritual y su fe, su convicción por el cambio.
Venezuela amanece, vive su aurora, despierta su conciencia en gran medida gracias a la luz y al sacrificio de María Corina y de Leopoldo.
Hay dignidad, por ende hay esperanza.
El otro Tovar
Pensándolo bien a lo mejor sí conozco al otro Tovar, al poeta maldito, al apóstata de la imbecilidad madurista, me lo topé mientras escribía este suelto, lo agarré por el cuello, lo increpé y le pregunté: ¿hay salida para este largo túnel?, coño, ¡dímelo!
Una sonrisa pícara -digamos “conspirativa”- que se escapó de su rostro me hizo comprender que vamos en el camino correcto.
Lo supuse, Tovar no es nadie, es tan sólo parte de un enorme y liberador: ¡nosotros!