Los rostros de la pobreza dejan de ser invisibles, si se presta un poco de atención, especialmente si se transita por las calles y avenidas principales de Porlamar, Playa El Agua y El Yaque, Juan Griego, entre otras, donde abundan vendedores ambulantes y habitantes de la calle, reseña El Sol de Margarita.
Dormir en las aceras inhóspitas neoespartanas, es un proceso que muchos indigentes ya ni recuerdan. Lo único que conocen es la manera de no morir de inanición. Caminar día tras día hurgando en la basura y pidiendo limosna es la única forma de vivir que conocen.
De barbas largas, cabello alborotado, con ropa deshilachada y mal olor, caminan descalzos entre la gente. Son ignorados y muchas veces maltratados por quienes se dicen “civilizados”. Los califican como “locos”, “drogadictos”, “recoge latas”, sin siquiera imaginar que alguna vez estuvieron integrados en la sociedad.
Establecer una conversación coherente con los “caminantes de la calle” es difícil, pero aún cuando, no logran recordar de dónde vienen o hacia dónde van, amablemente responden a cada pregunta.
“Mija no sé de dónde vengo, yo ando por aquí siempre buscando donde comer y dormir, yo estoy solo”, expresó un señor de aproximadamente 60 años quien se identificó como Jacinto y habita en aceras y plazas de Porlamar, desde que tiene memoria.
Rosa viaja en autobús gratuitamente todos los días desde Santa Ana, hacia Porlamar y viceversa todas las noches. Su aspecto descuidado y mal olor ahuyenta a los demás, no obstante eso no le impide pedir limosna, pero guarda distancia y recelo hacia los hombres.
Aun cuando tiene un lugar donde dormir, pues vive en casa de su familia, todos los días sale a buscar dinero apelando al bolsillo del “buen samaritano”. “Su elección es vivir así, esa señora es hermana de un profesor de matemáticas. Necesita es ayuda psicológica”, contó Fernando Villarroel, quien conoce parte de su historia.
Inseguridad
La indigencia no es solo una condición en personas mayores, también se puede observar jóvenes entre 19 y 25 años que vagan en la calle sin rumbo. Villarroel narró la historia de un muchacho de 22 años, que por problemas de drogas fue abandonado por su familia “pudiente” aquí en la Isla, a su suerte como “perro callejero”.
El alcohol, las drogas y los problemas familiares son las principales causas por las cuales estos hombres y mujeres, nómadas viven en pobreza extrema.
La inseguridad también ha tocado a las puertas de los hombres y mujeres que viven en extrema pobreza. “Nos matan, nos matan aquí. Tenemos que dormir en sitios diferentes, porque nos matan”, aseguró otro habitante de la calle, quien dijo llamarse José.
Todos coinciden que son ignorados tanto por la sociedad como por los entes gubernamentales.