Mientras varias naciones compiten en la Copa del Mundo, un campeonato de fútbol más inusual se llevó a cabo en una dura cancha en Ciudad de México.
Desde hace 18 años, los miembros de la Liga de Fútbol Ignacio Trigueros para Ciegos y Débiles Visuales han pasado los domingos recorriendo grandes distancias desde sus hogares hasta el centro de la capital mexicana para jugar el deporte más popular del país.
A cada equipo de seis jugadores se le permite un jugador con buena visión y dos débiles visuales en el campo al mismo tiempo. El resto de los jugadores usa vendas en los ojos para asegurarse que estén en igualdad de condiciones.
Sin ojos que los guíen, se basan en el sonido de una pelota especial que rebota contra las bardas que rodean la cancha, o rodando a los pies de los jugadores. Arriesgando colisiones y caídas, los jugadores pasan, disparan, defienden e incluso se barren.
Miguel Ángel Canela, portero del equipo Italia, dijo que cuando la liga comenzó los jugadores usaban una lata de refresco rellena de piedras para hacer ruido. Luego, insertaron balines en una pelota. Hoy en día, Canela, un mecánico industrial de 51 años que perdió la vista en un accidente laboral a los 23, fabrica los balones especiales en su taller casero.
José Luis Molina, de 44 años e invidente desde los 13, dijo que las posiciones en la cancha son fluidas: “A todos nos gusta estar adelante, porque quieren meter la pelota, quieres meter gol”.
Molina dijo que su sentido de orientación, así como su habilidad para leer su entorno por medio del sonido, se han desarrollado bien luego de años de transportarse a lo largo de la capital del país. Entre semana canta y toca la guitarra con “Los Hunos” un respetado grupo musical compuesto de ciegos que atrae multitudes incluso en días lluviosos, cuando tocan afuera de una céntrica estación del metro.
La liga de seis equipos es un inusual escape para la comunidad de ciegos y débiles visuales, dice el presidente de la liga, Javier Mosqueda Lomelí. “Para nosotros, es importante esta actividad porque casi no tenemos espacios de diversión. Aquí jugamos fútbol, aquí viene la familia”, dice Lomelí. “Es una forma de desfogar el trabajo de toda la semana”.
El delantero de los Leones Negros, Marco Antonio Camarillo, de 53 años, sabía que su esposa observaba desde las gradas durante la final.
“Tiene miedo que me golpe, o me caiga, pero comparte mi amor por el fútbol”, señaló.
Camarillo tuvo varias colisiones durante el juego, pero salió complacido por ser capaz de anotar un gol.
El portero Canela señala que le gusta sentir la adrenalina.
“Soy portero porque me gustan los tres palos. La adrenalina la traigo adentro y me encanta. lo peor es que al portero golpean más. Me gusta lo rudo”, dice Canela. “Me duele, pero luego se me quita”.
Italia ganó 6-5 en la final. Mientras el juego acababa, Camarillo, de los Leones Negros, se fundió en un abrazo colectivo con sus rivales del equipo vencedor.
“Adentro de la cancha, aquí, en el fin del mundo, hay esta rivalidad, hay roces, peleas, pero socialmente, hay convivencia”, dijo Molina.
Canela salió extasiado del partido. Además de ayudar al triunfo de su equipo, le fue otorgado el premio como el mejor portero de la temporada. Dijo que seguirá jugando fútbol “hasta que Dios me preste vida”. AP
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