Juan Carlos vio empañada su buena imagen al final de su reinado

Juan Carlos vio empañada su buena imagen al final de su reinado

(Foto EFE)
(Foto EFE)

Emblema de la democracia española, con gran popularidad durante décadas por su papel en la transición posfranquista, el rey Juan Carlos vio empañada su buena imagen por los escándalos al fin de su reinado.

El monarca, pese a dos años de esfuerzos para evitar que la investigación por corrupción contra su yerno Iñaki Urdangarin golpease directamente a la familia real, tuvo que resignarse a que su hija menor, la infanta Cristina, fuese imputada el 7 de enero de 2014 por presuntos fraude fiscal y blanqueo en el caso contra su esposo.

La noticia le llegaba en su peor momento. Aún convaleciente de su novena operación en menos de cuatro años, la víspera había dado al país una imagen muy alejada de lo habitual: un rey físicamente debilitado y balbuciente en la lectura de un corto discurso con motivo de un acto militar.

El monarca aparecía aún más cansado que aquel 18 de abril de 2012, cuando había dejado estupefacto al país al pronunciar ante las cámaras de televisión una disculpa histórica: “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”.

Unos días antes había estallado la polémica por una cacería de elefantes en Botsuana, de donde tuvo que ser repatriado con una fractura de cadera. Un escándalo que España, sumida en una grave crisis económica, no le perdonó.

Otra aparición televisiva 31 años atrás se había convertido en la cúspide de su reinado: el 23 de febrero de 1981, el joven monarca en uniforme militar ordenó a los oficiales sublevados que ocupaban el Congreso que volvieran a sus cuarteles, convirtiéndose en salvador de la joven democracia española.

– Embajador de lujo –

Entre estos dos momentos de su reinado, Juan Carlos I, coronado con 37 años el 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte de Franco, acompañó a España en su modernización.

La naturalidad del jefe de Estado, muy aficionado al deporte y discreto en su vida privada, la valió a lo largo de los años el respeto dentro y fuera de su país.

Su prestigio internacional lo llevó “a Marruecos, China, Estados Unidos, como embajador de lujo para España”, señalaba Luis Palacios Bañuelos, catedrático de historia en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

Pero en sus últimos años, su imagen no resistió los envites de la crisis económica que, a partir de 2008, frenó súbitamente la prosperidad del país y provocó la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones.

“El pacto de silencio que había alrededor de la monarquía ya no existe”, decía en 2012 Antonio Torres del Moral, experto de la monarquía española.

Los incesantes problemas de salud del monarca, iniciados con la extirpación de un tumor benigno en el pulmón en mayo de 2010, contribuyeron a eclipsar su imagen, poniendo a los españoles ante la posibilidad de traspaso de poderes a su hijo Felipe.

Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón nació el 5 de enero de 1938 en Roma donde su abuelo, el rey Alfonso XIII, se había exiliado tras la proclamación de la Segunda República española en 1931. Su padre, Juan de Borbón, nunca accedíó al trono, apartado por Francisco Franco debido a unas opiniones que consideraba demasiado liberales.

El dictador, que llegó al poder tras acabar sangrientamente con el régimen republicano tras la Guerra Civil 81936-39), prefirió al joven Juan Carlos a quien llamó a España en 1948, para que prosiguiera sus estudios, lejos de sus padres exiliados en Portugal.

– Impulsor de la democracia –

El joven monarca, designado como sucesor del caudillo en 1969 y coronado en 1975, se deshizo rápidamente de la pesada herencia franquista y emprendió el rumbo de la transición democrática.

Juan Carlos definió así su misión: “La idea maestra sobre mi política era conseguir que nunca más los españoles se dividieran en vencedores y vencidos”.

Contrariamente a lo que esperaban los nostálgicos de Franco, en poco tiempo coloco las bases del Estado democrático: legalizó los partidos políticos, designó a un presidente del gobierno -el centrista Adolfo Suárez- al que encargó organizar elecciones e hizo aprobar por referéndum una nueva Constitución en 1978.

Su histórica intervención del 23 de febrero de 1981 rubricó su papel como motor de la transición.

“Sabía que los militares iban a aceptarme porque yo había sido designado por Franco (…), porque yo había pasado por todas las academias militares y me había ganado la amistad de muchos”, dijo.

Y “sobre todo, porque yo era el jefe supremo de las Fuerzas Armadas”, afirmó.

Tras haber culminado su formación militar y sus estudios de derecho y economía, el futuro monarca se casó en 1962 en Atenas con la princesa Sofía, hija mayor del rey Pablo I de Grecia, y la joven pareja se instaló en el Palacio de la Zarzuela, cerca de Madrid, donde vivió desde entonces.

Del matrimonio nacieron la infanta Elena en 1963, Cristina en 1965 y Felipe, su sucesor, en 1968.

AFP

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