¿El fin del disparate? A primera vista, quitar del medio a Jorge Giordani puede interpretarse como una decisión presidencial encaminada a sustituir su trasnochada concepción del socialismo real, caiga quien caiga, por una visión más bien pragmática de la realidad y comenzar a darle a la economía y las finanzas nacionales un vuelco radical a muy corto plazo.
No me lo creo. Demasiado bonito para ser verdad.
Sin la menor duda, el país, chavista y no chavista, coincide en calificar la actual crisis como una situación límite, insostenible. Y a estas alturas, nadie, dentro o fuera del gobierno, piensa seriamente en la opción de continuar precipitando a Venezuela por el despeñadero Giordani. Lo cierto es que el poder del superministro defenestrado se había extinguido mucho antes de su destitución oficial. Su control estaba en el Ministerio de Finanzas y el BCV, y esos dominios los perdió desde que Maduro se sentó a una mesa con el Grupo Polar y lo sustituyó en Finanzas por Nelson Merentes, promotor de aquel encuentro con el “enemigo”. Desde ese día Giordani pasó a ser el “jarrón chino” de su lamento. Ahora, sencillamente, Maduro sinceró una situación que nada ha tenido que ver con la economía y sí con la política, con su lealtad exclusiva a Hugo Chávez y con la mala imagen que daba, incluso en la clientela chavista de Maduro, su presencia en el gabinete ejecutivo.
Desde esta perspectiva, a la hora de analizar el significado real de la destitución de Giordani y del impactante documento que con el título de “Testimonio y responsabilidad ante la historia” publicó de inmediato en Aporrea, debemos tener en cuenta, primero, que con su crítica feroz a la gestión presidencial de Maduro, Giordani aspira infructuosamente a excluirse por completo de toda culpa en el actual cataclismo económico y financiero del país. En segundo lugar, que él no limita sus múltiples denuncias contra Maduro y Rafael Ramírez al plano económico. Las más graves, precisamente en vísperas del III Congreso del PSUV que se celebrará dentro de poco bajo el signo amenazante del descontento y la división interna, son de carácter eminentemente políticas.
Un último punto es que estas acusaciones de Giordani no caen en el vacío. En Aporrea ya son muchos los articulistas que insisten en señalar la falta de liderazgo de Maduro y de haberse apartado progresivamente del auténtico legado ideológico de Chávez. Por otra parte, figuras emblemáticas de la intelectualidad chavista, Nicmer Evans, por ejemplo, o Temir Porras, hasta no hace nada hombre de la mayor confianza de Maduro, han alzado su voz de protesta, no desde la atalaya del imperio ni de sus presuntos lacayos nacionales, sino desde el seno más ortodoxo del chavismo. Expresiones públicas de un malestar sordo pero creciente, que sirve de telón de fondo a las denuncias de Giordani, comenzando por el despilfarro que según él se cometió para superar el desafío que representaba la elección presidencial de 2012, su crítica al manejo de los distintos fondos financieros del Estado y de Cadivi, y a la existencia de una tasa de cambios que favorece las importaciones y el endeudamiento de Pdvsa. Sus denuncias concluyen con la referencia a una sensación de vacío de poder que se genera en Miraflores.
Se trata, por el momento, de la factura que le pasa Giordani a Maduro por haberlo apartado del poder tan pronto como asumió la Presidencia de la República, y a Ramírez, su adversario más acérrimo dentro del gobierno, por contradecir, hasta públicamente, su política económica, incluso el control de cambio.
Son acusaciones terribles, sobre todo, porque es lógico suponer que Giordani, que lleva meses preparando el documento que se divulgó el pasado miércoles 18 de junio, se haya guardado suficientes y gruesas municiones para continuar su guerra contra Maduro. No en balde, en este primer round del combate, la reacción del gobierno ha sido muy dura, pero como de tanteo. “No hay excusa para la traición”, advirtió Maduro sin mencionar a Giordani la tarde de ese mismo miércoles en pleno Consejo de Ministros. Luego continuó: “Hay compañeros que prefieren refugiarse en la retaguardia de la retaguardia y convertirse en los cronistas del fracaso”. De ahí que la dirección del PSUV le ordenó a sus 13.866 unidades de batalla Hugo Chávez recorrer el país para promover el III Congreso del partido, aunque la finalidad de este despliegue es en realidad la necesidad de desmontar, en nombre de la lealtad a Maduro, las denuncias de Giordani. Un enfrentamiento que apenas comienza, sin desenlace a la vista, y que tendrá como peligroso campo de batalla el inminente congreso del partido. Al final de sus debates, habrá cadáveres políticos que recoger, aunque nadie puede percibir todavía quiénes serán esas víctimas. Una cosa sí podría sostenerse sin temor a equivocarse: la estrella de Giordani se apagará entonces para siempre, pero sus denuncias no.