Los historiadores Catalina Banko y Ramón González Escorihuela tuvieron el privilegio de conversar horas tras horas, días tras días, con el doctor Ramón J. Velásquez. Tiempo pausado y sin apremios. Los relojes detenidos, única manera de consultar la memoria. runrun.es / Simón Alberto Consalvi
El resultado lo tengo ahora a la mano y se llama “Un país / Una vida”. Escribí el prólogo de este libro y para mí fue un privilegio. No son propiamente las memorias del historiador, pero en gran medida en las 227 páginas del libro se registran los episodios más relevantes del gran personaje que ahora anda en los 94 años. Nació en San Juan de Colón el 28 de noviembre de 1916.
Nadie conoce tanto la historia de Venezuela como el doctor. Velásquez. El siglo XX ha tenido en él gran testigo de infinitos episodios, pero a partir de 1935, a pesar de la juventud, como observador y en los años 40, ya como protagonista, RJV ha tenido el privilegio de participar y de ver de cerca. Tenía 18 años cuando se vino a Caracas en 1934. Al pasar por Maracay, en el lento autobús que echaba tres días, vio de lejos al general Juan Vicente Gómez. Una imagen que nunca se le borró. Un personaje, por cierto, que lo atraería hasta el punto de escribir sobre el dictador el gran libro: “Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez”.
Entre los episodios históricos en que participó ocupa lugar relevante su papel como secretario del doctor Diógenes Escalante, cuando vino a aceptar la candidatura a la presidencia y perdió el juicio. Al joven reportero de Últimas Noticias le tocó la crisis.
Vino 1945, el 18 de octubre, la revolución democrática, la elección de Gallegos, el golpe de noviembre 1948. La resistencia contra la dictadura de Pértez Jiménez, la proeza de editar en la clandestinidad, con Leonardo Ruiz Pineda y José Agustín Catalá, El Libro Negro, un volumen de denuncias contra el régimen militar. Con el tiempo, la dictadura se las cobró: lo acusó de magnicidio y lo enviaron a la Cárcel de Ciudad Bolívar hasta que Pérez Jiménez se derrumbó el 23 de enero de 1958. Un magnicidio moral, sin duda, fue aquella batalla contra la feroz dictadura.
En 1959, Rómulo Betancourt lo designó Secretario General de la Presidencia. Luego fue senador por el estado Táchira, y director en dos ocasiones del diario El Nacional. Todos estos episodios están contados en los diálogos de los diálogos de los tres historiadores. Al doctor Velásquez le tocó sortear la crisis institucional y política de los 90. El Congreso lo eligió Presidente de la República y tomó posesión el 5 de junio de 1953 para cubrir el tiempo restante del periodo del Presidente Pérez, y a él, a su ponderación y decisión se debe que la nave no hubiera encallado. Vale la pena Un país / Una vida.