El relator especial de la ONU para la tortura y otros tratos y penas crueles, inhumanos y degradantes, el argentino Juan Méndez, denuncia que en América Latina “los delitos se investigan torturando a los acusados”.
Adriá Calatayud/ EFE
En una entrevista con Efe, Méndez lamenta que, pese a que se han endurecido las legislaciones sobre la tortura y se han producido algunas sanciones, a día de hoy los tratos crueles están generalizados y la mayoría de las veces quedan impunes.
“La tortura como la conocimos en las épocas de las dictaduras militares, dirigida al enemigo político, con un altísimo grado de violencia y sadismo y con mucha impunidad, ya no se produce en América Latina”, explica el relator especial de la ONU.
“Ese ya no es el caso, pero el modo ordinario de las policías de investigar delitos ha mantenido un residuo de brutalidad muy grande. Los delitos se investigan torturando a los acusados. Son torturas más acotadas en el tiempo y con métodos tal vez menos brutales, aunque de todas maneras inaceptables”, prosigue Méndez.
El relator especial de la ONU señala al “uso excesivo de la fuerza” para reprimir manifestaciones, que se ha visto en Venezuela, o “el trato degradante y cruel por el hacinamiento” que se da en las cárceles de Honduras y Brasil como otros ejemplos de tratos inhumanos.
“Cada país es distinto y cada país tiene un fenómeno de trato cruel e inhumano distinto del otro”, añade, aunque indica que “ocurre prácticamente en todos los países de América Latina hoy, en unos más que en otros y en algunas regiones de países más que en otras también”.
Para Méndez, esos casos de tortura son “rémoras” de las dictaduras militares del siglo pasado, que no se han atajado después y se han convertido en una “enfermedad de la democracia”.
“Nuestras policías actúan con mucha impunidad porque están acostumbradas a ello. Fueron instrumentalizadas por los ejércitos cuando tomaron el poder, que no solamente protegieron a las policías de cualquier investigación, sino que les ordenaron torturar y les garantizaron la impunidad”, declara el relator especial de la ONU.
“Como no ha habido un esfuerzo serio en las democracias incipientes de reformar la policía, en parte por el marco político en el que se da esta discusión sobre la seguridad, la policía siente que si tuvo impunidad con los militares la sigue teniendo con las democracias”, abunda.
Méndez reconoce que los estados latinoamericanos han modificado su legislación para hacer la tortura punible como un delito muy grave, pero, matiza, “tener una legislación dura y no aplicarla es un paso en la dirección adecuada que tiene que ser complementado”.
“Todavía hoy los fiscales y los jueces de América Latina no se toman en serio el delito de la tortura, hay una especie de costumbre de que a la policía hay que dejarla actuar, porque dependemos de ella para otras funciones, y mejor mirar para otro lado aún cuando sabemos que ha transgredido la línea y ha torturado”, apunta.
Una de las razones que da Méndez para explicar la perpetuación de la tortura en la región es la sensación de inseguridad ciudadana, a su juicio promovida por los políticos -“es fácil hacerse elegir predicando mano dura”, asegura- y por los medios de comunicación, que, añade, “bombardean” a la población con noticias de ese tipo.
El relator de la ONU denuncia que en las grandes ciudades de América Latina la tasa de homicidios, que es el único dato de criminalidad fehaciente, es tan baja como en las capitales de Europa “y, sin embargo, la gente cree que está en la ley de la selva”.
“Si no tenemos de nuestro lado una fuerte tendencia de la opinión pública a no tolerar la tortura, va a ser muy difícil que podamos eliminarla”, pronostica.
Según Méndez, las democracias tienen “razones prácticas”, además de morales y jurídicas, para combatir la tortura.
“Si quieren ser eficaces en la lucha contra el crimen, lo peor que se puede hacer es permitir la tortura, porque hace que tengamos cuerpos policiales en los que no confiamos. Les tememos, pero no les confiamos y, por tanto, no colaboramos con ellos”, asegura el relator especial de la ONU. EFE