El padre Luis Ugalde ha dicho recientemente: “El mal gobierno es de Maduro, pero el mal modelo político es de Chávez. Hace falta un nuevo gobierno decidido a salir de este desastroso modelo político, antes de que se hunda el país.” Y más adelante sostiene: “La oposición tiene que bajarse de la nube que remite el cambio para 2019 y también de los voluntarismos inmediatistas. Con su presión vendrán elecciones adelantadas, pero antes hay que conquistar un CNE nuevo, constitucional y creíble. Urge una oposición actualizada sincerada con la realidad a julio 2014, unida con el sufrimiento del país con la única obsesión de recuperar la democracia, con justicia social y productividad. No merecen gobernar quienes no son capaces de tomar en serio las necesidades de la inmensa mayoría.”
Alberto Quirós Corradi, por su parte, ha planteado: “Ante esta tétrica situación no caben medias tintas. Aquí hay que decidir, sin muchos remilgos, si se está dispuesto a esperar que este gobierno concluya, a fuerza de represión, su periodo constitucional o si se diseñarán planes para que, por mecanismos constitucionales, se anticipe su salida. Esta, en el fondo, es la decisión crítica que hoy acosa a la oposición.”
El planteamiento en cualquier variante implica la demanda por la renuncia de Maduro. Alguna bobería pretende que si se le pide la renuncia a Maduro y él dice que no, ya se zanjó la cuestión. Es la pretensión de ignorar la fuerza poderosa que tiene el planteamiento. La exigencia de renuncia es un derecho ciudadano, enmarcado en las leyes, que perfila la salida de quien controla el gobierno y que puede convertirse en un objetivo nacional, aunque al inicio el demandado se niegue. Fujimori no quería renunciar y renunció. Pérez Jiménez no escribió la carta pero renunció. Hugo Chávez llegó a escribir la renuncia a solicitud del Alto Mando Militar encabezado por el general Lucas Rincón, “la cual aceptó”. Salvo por enfermedad o severos problemas personales nadie renuncia al poder sino por presiones. Ocurre cuando la gobernabilidad se derrite y el poderoso se queda suspendido en el vacío (de poder), sin legitimidad social o política, no ante quienes lo han adversado sino ante quienes lo han apoyado, sea con entusiasmo, sea con desgano.
La aspiración no es a que se instale un nuevo salvador de la patria sino que con los cambios institucionales indispensables -sobre todo en el CNE- se asista a unas elecciones presidenciales que abran el camino al restablecimiento de la democracia.
LA NATURALEZA DE LA EXIGENCIA. La idea de que es posible producir un cambio político fundamental sin esperar a 2019 es un acto de responsabilidad, dada la gravísima situación. Es un planteamiento que no es patrimonio de un grupo, de unos líderes o de una porción de la oposición sino que es una demanda que se abre paso como río en conuco y que progresivamente se constituye en objetivo compartido de la oposición democrática y de una franja significativa del chavismo.
En la oposición los que desean que Maduro permanezca hasta 2019 para seguir la ruta preestablecida con los eventos electorales no parecen poseer mucho predicamento. Tal vez porque la mayoría opositora sabe o intuye que, como dice Quirós Corradi, “1- Este régimen no tiene un líder que pueda imponer las medidas políticas, económicas y sociales que se requieren para revertir el desastre. 2- … está demostrado que el diálogo no vale la pena, por la razón dada… 3- Esperar hasta 2019 tiene muchos peligros, entre ellos: a) Si la situación se vuelve insostenible, como seguro sucederá, hay peligro de un golpe militar que puede resultar en un remedio peor que la enfermedad. b) Para mantener la “calma” aumentará la represión y, lo más grave, es: c) De aquí a 2019 el régimen cambiará el sistema político y el electoral. Gobernadores y alcaldes perderán sus poderes. El país se dividirá en zonas militarizadas con comunas que responderán directamente al Poder Ejecutivo. Si hubiera elecciones serían de segundo grado, con las comunas eligiendo los poderes públicos.”
Al lado de este viraje hacia el reemplazo constitucional del régimen por las fuerzas democráticas, se ha producido una dinámica explosiva dentro del chavismo. Allí todo el mundo tiene una carta en la manga. Maduro dejó de ser el heredero de Chávez y ahora es el discípulo alzado con la memoria y el legado del difunto. Afirma que dirige la economía, lo cual es falso; pero, lo que sí es cierto es que es el jefe de la inmisericorde represión.
DIFERENCIAS. Aunque entre los demócratas hay acuerdo mayoritario en que Maduro debe salir del ejercicio de un cargo que no ganó, hay diferencias sobre la evolución del proceso: unos plantean la Constituyente, otros el revocatorio, hay quien sostiene la ventaja de un referéndum consultivo, hasta los que invocan el artículo 350 de la Constitución que establece el derecho a desconocer “cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.”
Son diferencias útiles para el debate; algunas de las cuales podrán aglutinar más simpatías que otras. Hoy no hay posibilidades de continuar con un gobierno madurista en situación de catástrofe, ni tampoco que la oposición democrática desplace a la brava y totalmente al chavismo. Habrá que llegar a niveles de entendimiento y la historia muestra que frecuentemente hay que hacerlo con los menos agradables del otro bando.
RÉGIMEN FERMENTADO. Como todos los liderazgos falsos, madurados con carburo o envueltos en papel periódico, duran mientras no se les cuestione. Ya el enfrentamiento entre chavistas y opositores va dejando lugar al otro: entre una sociedad respondona y ávida de libertad, bienestar y oportunidades, y una cúpula burocratizada e incompetente. Es tiempo de cambio. No hay espacio para jugadas de laboratorio, las fuerzas cívico-militares están allí, desatadas e incandescentes.
Twitter @carlosblancog