Djokovic se impuso por 6-4, 3-6, 7-6 (7/2) y 7-6 (9/7) en un partido que tuvo momentos de sobra para ir por mal camino para él, algo que no ocurrió por su experiencia y los nervios de su prometedor rival.
El otro finalista del domingo saldrá de la semifinal que disputarán este viernes el suizo Roger Federer y el canadiense Milos Raonic.
Tras su triunfo en el torneo de Queen’s, Dimitrov, de 23 años y decimotercer jugador del mundo, era la gran esperanza de los que anhelan un cambio generacional en el tenis.
Roger Federer, Rafael Nadal, Novak Djokovic y Andy Murray han ganado 39 de los últimos 42 torneos del Grand Slam.
Dimitrov tenía el aliciente de convertirse además en el 100º jugador en disputar una final del Grand Slam.
Sin embargo, en las cuatro ocasiones en que se habían enfrentado, el búlgaro había ganado una sola vez.
La sensación de que la tarde iba a ser apacible para el serbio empezó a extenderse cuando se anotó su primer set por 6-4, haciendo valer una única ruptura del servicio de su rival.
Dimitrov despertó en el sexto juego del segundo set, que acabaría anotándose.
Todos los riesgos que había asumido hasta entonces, con golpes fuertes y profundos a las líneas y subiendo a conquistar puntos a la red, arrojaron los primeros dividendos y quebró el servicio de su rival.
Como ejemplo de quien se había mostrado más osado sobre la cancha, un dato: al término del segundo set, el búlgaro había ganado 16 puntos en la red, por 2 su rival.
Una de las primeras cosas que Roger Rasheed hizo al convertirse en entrenador de Dimitrov, en octubre de 2011, fue pedir que dejasen de comparar a su pupilo con Roger Federer -que dejaran de llamarle, Baby Fed, en resumen.
El apodo ya no aparece tanto en los programas de los torneos, pero la comparación no ha desaparecido de la mente de los aficionados, sobre todo cuando aparecen sus reveses a una mano y sus voleas, dos golpes difícilmente mejorables estéticamente.
Sin embargo, el servicio de Dimitrov fue muy pobre, en comparación con la consistencia que mostró el de Djokovic.
El búlgaro cometió 8 dobles faltas -tres en un solo juego-, una cifra que superaba de largo las 3,6 de media de los cinco partidos que le habían traído hasta la semifinal.
Falló además golpes fáciles en momentos claves, como en el sexto juego del cuarto set, una de sus últimas oportunidades de meterse de nuevo en el partido, cuando desperdició tres bolas para romper el servicio de Djokovic.
Má tarde desperdició hasta cuatro oportunidades para llevarse ese cuarto set a vida o muerte para él.
En una de ellas, durante unos segundos quedó tendido en el suelo boca abajo, maldiciendo su suerte, antes incluso de que Djokovic golpeara la bola de su “smash” ganador.
Al final, bajo presión, Djokovic fue mejor.