Hace poco un pequeño productor de plátano de nuestro Barlovento, con quien tuve el privilegio de intercambiar algunas reflexiones, me decía que el país está sentado sobre una bomba de tiempo pronta a estallar si dejamos de trabajar y luchar por cambiar el modelo que tanto daño le ha hecho no solo a los emprendedores como él, sino a todos los venezolanos.
Insistía en lo insostenible de la situación. No hay ventana por donde uno meta la cabeza y no vea corrupción, repetía una y otra vez. La corrupción se ha adueñado del país. Y es precisamente esa corrupción la que explica la delincuencia desbordada que hay en nuestra Venezuela.
La delincuencia que hay en las altas esferas del poder, no permite acabar con la delincuencia que hay en el resto del país. Bien claro lo tenía este mirandino cuando me dijo que se predica es con el ejemplo, que la estructura de una familia, sociedad o país es como una pirámide. Si en la punta de esta hay honestidad, en su base la habrá también.
Pero cuando arriba hay descomposición, corrupción y se premian los antivalores, la ética de la base de esa pirámide también se ve comprometida y eso es justamente lo que está ocurriendo en nuestro país. Hoy vemos a un gobierno que, para mantenerse, premia al funcionario deshonesto. Vemos cómo el Sistema de Justicia no castiga a quienes han robado al país, los recursos que necesitamos para trabajar el campo, activar la manufactura y potenciar la economía.
Tanta impunidad es la responsable de que el gen de la corrupción se haya enquistado en un modelo que a todas luces fracasó. En sus manos tuvieron la responsabilidad histórica de echar a andar este país con la lluvia de dólares producto de la renta petrolera. El manejo discrecional e inescrupuloso de esos millones y millones de dólares, solo sirvió para que ese grupito de enchufados hiciera impresionantes fortunas, forjadas a la sombra del gobierno y de su conexión con él.
Vemos a otros utilizar la política para hacer grandes negocios y beneficiarse, cuando la política es sacrificio y compromiso. Nunca dejaré de decir que la política es para servir y eso lo hemos demostrado en Miranda.
Si hay algo que digo con propiedad, porque además tengo la moral para hacerlo, como se lo digo siempre a nuestro pueblo mirándolo a los ojos, es que en Miranda los recursos no terminan en el bolsillo de los enchufados, ni en la cuenta bancaria de un contratista, son para dar soluciones a las comunidades, con quienes establecemos las prioridades.
Aquí sí rendimos cuentas y no solo rendimos cuentas, sino creemos que el único camino para abrir las puertas al futuro y al progreso es apoyando y tendiéndole la mano a los pequeños emprendedores, como este barloventeño, para que no dependen del gobierno de turno y nadie pueda chantajearlos.
Hubo algunos que, con la bonanza petrolera de los últimos 15 años, se atrevieron a predecir que finalmente alcanzaríamos el anhelado sueño de convertirnos en un país desarrollado, próspero, con oportunidades para todos por igual y progreso. Pero nada más lejos de ese sueño.
Hoy nuestro pueblo ve con tristeza cómo 203 años después de ese 5 de julio de 1811, en el que en un acto, meramente civilista, fue firmada el Acta de nuestra Independencia, nuestra Venezuela es más dependiente y está más endeudada que nunca, no solo por el modelo económico, sino también por esa red de corrupción que ha malversado y desviado los recursos que debieron utilizarse para construir progreso.
El progreso y el desarrollo no se compran, como pretenden comprarlos quienes están en el gobierno. Ellos han utilizado el petróleo no solo para intentar comprar conciencias y lealtades, sino que creen que invirtiendo X barriles o destinando tantos millones de dólares para adquirir maquinarias, pueden conseguir industrialización y desarrollo social. Pero no es así. Si no se construyen carreteras, si no apoyan a los trabajadores del campo, si no se invierte en tecnología agrícola y se dejan de expropiar tierras y empleos, no habrá desarrollo y por consiguiente independencia.
Este modelo fracasó. Recordemos cómo se gastaron millones para adueñarse de las cementeras y no hay cemento. Cómo desviaron recursos para adquirir Agroisleña y no hay fertilizantes. Expropiaron miles de hectáreas de tierras productivas y no hay arroz, maíz y café. Se apoderaron del Sistema Eléctrico nacional, cuando antes exportábamos electricidad a países hermanos, y ahora ni siquiera es posible cubrir la demanda interna.
Un país no se desarrolla importando todo lo que necesitamos a realazo limpio, un país progresa y logra la independencia invirtiendo y haciendo todo lo necesario para producir bienes, productos y servicios Hechos en Venezuela. ¿Cómo se logra eso? Pues invirtiendo los recursos de la renta petrolera para desarrollar la tecnología, el turismo, la agricultura, la manufactura y capacitar a nuestro recurso humano.
Si se deja de malbaratar nuestro patrimonio y tenemos un nuevo gobierno, que junto a los 30 millones de venezolanos, rehaga el camino y comience a proyectar a futuro, lograremos la verdadera independencia.
En las manos de cada uno de nosotros está hacer posible la construcción de esta Venezuela honesta, próspera e independiente. Debemos entender, de una vez por todas, que la lucha es por el país y no por intereses personales, que la lucha es para garantizarle no solo a la clase media su trabajo y calidad de vida, sino para rescatar a ese 80% de venezolanos que vive en situación de pobreza y convertirlo en una poderosa clase media.
Ese es el camino, hacer de nuestra Venezuela un país donde la mayoría sea de clase media, una clase media que multiplica las oportunidades, que ayuda en la generación de empleos productivos y trabaja en equipo con el Estado para llevar verdaderamente al país a cero pobreza. ¿Podremos lograrlo? no dudo que sí, uniéndonos y dejando a un lado tanto prejuicio alimentado durante años. Depende de todos. Todos somos todos. ¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela!