La trama ilustra mientras entretiene. Ilustra sobre una etapa superada en buena parte del planeta, cuando los conflictos del poder se resolvían por intrigas palaciegas, y del ejercicio de la violencia mediante la espada.
El pueblo venezolano desde que hay elecciones ha decidido darle la espalda a la violencia, ha optado por los votos. Y le ha funcionado: ha respaldado gobiernos con su voto y también los ha removido. El día que dejen de hablar los votos hablarán las balas.
Los votos hablarán mientras haya ruta electoral para drenar los conflictos del poder. La ruta electoral se comporta como las arterias del cuerpo. Pasan la sangre mientras estén despejadas. Aguantan los abusos de comilonas, tragos y cigarrillos. Aguantan durante años. Pero quedan secuelas. Placas de grasa y calcio se acumulan calladamente; hasta que, sin previo aviso, sobreviene la violencia. Solo los afortunados sobreviven al infarto.
Así pasa con la ruta electoral. El ventajismo la ataca, ella sobrevive. Año tras año. Pero se resiente, acumula secuelas. Hasta que, sin previo aviso, la gente deje de creer en el voto; es entonces cuando amenaza la violencia.
Ventajismo es jugar con ventaja. En otros países cuando asoma la cabeza se arma un escándalo, se enjuician funcionarios, se modifican leyes. Aquí se institucionaliza, el ventajismo se convierte en política de Estado.
Eso acaba de hacer el TSJ al establecer que los militares pueden participar en actos de proselitismo político, desechando por completo la Constitución.
Eso se suma al escandaloso uso del músculo del Estado con fines electorales. Y no solo estoy hablando de lo visible: cadenas, medios públicos, minutos libres de Ley. Tampoco hablo solamente del uso de los recursos que han puesto el gasto público al servicio del objetivo de ganar las elecciones y cuyas consecuencias se pagan después.
Hablo de aviones que no les permiten volar, hablo de medios de comunicación que el miedo los vuelve censores, hablo de juicios, de control institucional, hablo de cierre de consulados.
También hablo de persecución, hablo de hostigamiento. Hablo de miedo. Hay que ser muy valiente para ser candidato o lider opositor en Venezuela.
El ventajismo, el marcado desequilibrio en el ecosistema electoral, es el núcleo del problema. Me sorprendió mucho la fuerte receptividad inicial que tuvo en la población opositora la propuesta de La Salida, mucha gente entendió, aun cuando sus convocantes fueron muy claros sobre su carácter pacífico y constitucional, que era una vía expedita para cambiar el gobierno.
Una receptividad de esa naturaleza puede estar asociada a un descreimiento en la efectividad de la ruta electoral como mecanismo para resolver los conflictos del poder.
De ser cierto esto equivale a un dolor de pecho cuando se está subiendo la escalera. Sería un aldabonazo, una alerta temprana; puede significar algo serio. Algo grave. Hay que saber leerlo, tanto gobierno como oposición. A diferencia de en Juegos de Tronos, ahora hay balas.
Una ruta electoral despejada, un reequilibrio del sistema electoral mantiene viva la confianza en el voto e impide la sensación de impotencia que puede derivar en conflicto indeseado e indeseable. Nuestra crisis, inclusive la económica, es a fin de cuenta una crisis electoral. Ese es el núcleo del problema. También debe ser el núcleo de la política.
Vicente Díaz
@vicentedz