«En Cuba se graba todo», aseguraba hace poco a ABC el exguardaespaldas de Fidel Castro, Juan Reinaldo Sánchez, sobre la vieja costumbre del dictador cubano de registrar las conversaciones de sus colaboradores y allegados. Más de medio siglo de dictadura es insostenible sin la tarea de órganos como los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), considerados «los ojos y oídos» del régimen en cada barrio. El Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) acaba de divulgar la lista de las organizaciones cubanas involucradas en una represión que no cesa en la isla, mientras el Gobierno de los Castro busca atraer inversiones extranjeras y comienza a negociar un acuerdo bilateral con la Unión Europea.
Los CDR figuran en el tercer lugar del listado del OCDH, después del Partido Comunista de Cuba (PCC) y el Ministerio del Interior (Minint). Castro anunció la creación de este «sistema de vigilancia revolucionaria colectiva» en uno de sus largos discursos pronunciado el 28 de septiembre de 1960. Para el grupo disidente, sin embargo, no es más que una «organización de control y represión presente en todos los barrios y calles cubanas».
Por el contrario, para el OCDH «son los ojos y los oídos de los comunistas y la principal fuente de información del Ministerio del Interior (…) son los que informan sobre lo que opinan, compran o comen los vecinos». El bloguero cubano Yusnaby Pérez explica que «en mi casa cuando se cocinan camarones debemos tener las puertas y ventanas completamente cerradas. El olor puede delatarnos con Mercy (presidenta del CDR de su calle). Al día siguiente, los restos de comida no puedo tirarlos en el latón de basura de la esquina, tengo que arrojarlos cuatro cuadras más lejos para que Mercy no nos descubra». Peor es cuando los jefes de los comités son testigos formales en juicios contra opositores o les organizan los llamados «actos de repudio» en la puerta de su casa.
Lo saben todo sobre sus vecinos: si trabajan o estudian, sus opiniones políticas, si tienen familiares en el extranjero, si venden mercancía en el mercado negro y hasta sus preferencias sexuales. Sobre ello informan a sus superiores en la Policía, en el partido único o a los agentes de la Seguridad de Estado. Y sus informes son definitivos para conseguir un trabajo, una licencia o un teléfono fijo.
«La vida de los otros»
El filme del director alemán Florian Henckel von Donnersmarck -que en 2007 ganó el Oscar a la mejor película en lengua extranjera y muestra el control ejercido por la policía secreta (Stasi) sobre los intelectuales en la extinta RDA- fue «retitulada» por los cubanos como «La vida de nosotros». El desaparecido economista cubano Oscar Espinosa Chepe describía en un artículo así titulado los aplausos de un público conmovido en la única exhibición de la película alemana ocurrida en un cine de La Habana. «El impacto en el público -señaló entonces Chepe- resulta comprensible. Los cubanos vivimos diariamente todo lo narrado, muy especialmente quienes hemos pasado por el calvario de Villa Marista (cuartel general de la Seguridad del Estado) y los interrogatorios». «La vida de nosotros» sigue siendo «un fiel retrato de la Cuba de hoy».