La discusión del contrato colectivo en la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) transcurre de manera dispar. En comparación con la negociación de los últimos convenios en las empresas básicas, el de la siderúrgica luce atípico.
Mientras en la industria del aluminio la convención se discutió en cuatro meses, en Sidor alcanza casi los dos años y contrasta con el último acuerdo suscrito entre Ferrominera y el Sindicato de Trabajadores de Ferrominera Orinoco (Sintraferrominera), con cuya directiva acordaron al cabo de unos meses el ajuste salarial en completa discreción.
¿Qué distingue a Sidor en este proceso? Para el comité ejecutivo del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Siderúrgica y Sus Similares (Sutiss) un sector del Gobierno busca debilitar los cimientos de la institución.
Los principales dirigentes han encontrado en esa tesis la respuesta a la dilatada negociación del contrato colectivo y la resistencia a responder, en los mismos términos como en el sector aluminio, la cobertura de los beneficios con un subsidio de la renta petrolera.
El argumento de la productividad -que ahora esgrime Sidor – es rebatido por Sutiss con base a los desaciertos gerenciales y los ensayos del Ejecutivo desde la nacionalización de la acería en 2008.
El sindicato sostiene, incluso, que la congelación de los precios del acero tiene un doble rasero. No sólo persigue subsidiar las políticas sociales del Gobierno y su eventual capitalización electoral, sino estrangular financieramente a la empresa para justificar la nivelación de salarios y la implementación de otras políticas económicas como, por ejemplo, una nueva privatización.
Sobre esas últimas tesis, sin embargo, no hay suficientes elementos que fortalezcan esos escenarios. El modo de administrar a la principal siderúrgica del país se corresponde más con la política de improvisación que ha caracterizado a la era chavista.
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