Según la a agenda oficial, la gira de Putin por Latinoamérica tiene un marcado carácter comercial. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI), el intercambio comercial de Rusia y Latinoamérica alcanzó en 2013 $13,3 mil millones, (con China fue $247 mil millones), siendo Brasil y Argentina los principales socios comerciales.
Más importante que el objetivo económico, es el fin político de la visita que se vincula con el dominio militar. Al reforzar los vínculos políticos con Latinoamérica y en plantarse de cara a Estados Unidos con la posibilidad de una amplia presencia militar rusa en el Caribe que va más allá de una cuestión de poderío y seguridad nacional. Y, así tratar de lograr el objetivo: si de momento no es posible recuperar a Ucrania dentro del plan para restablecer la “Gran Rusia” al menos evita su ingreso en la OTAN.
Esto no quiere decir que Putin haya abandonado sus ambiciones territoriales en Ucrania, sino que continuará haciendo lo posible para mantener a este país débil, preso de conflictos internos y descentralizado.
En el 2008, durante la invasión a Georgia, Putin ridiculizó a los que llamaban la agresión por lo que era. “La guerra fría ha terminado hace mucho tiempo pero la mentalidad de la Guerra Fría se ha mantenido fija en la mente de algunos”.
Putin es descrito como una persona que mezcla la audacia y astucia. La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Samantha Power, el 3 de marzo pasado declaró ante la crisis de Ucrania que “Rusia… trata de convencer a la comunidad mundial de que arriba es abajo y lo negro es blanco”.
Mientras tanto, la Rusia de Putin se ha convertido en un lugar difícil para los activistas de la sociedad civil y los periodistas independientes. Reporteros sin Fronteras la clasifica 148 entre 179 países en el Índice de Libertad de Prensa 2014, muy por detrás de países como Qatar(113), Tayikistán(115), Zimbabue(135) y Etiopía(143). De acuerdo a Freedom House, la organización de derechos humanos, en la Rusia de Putin se “ha reducido sistemáticamente el espacio para la libertad de reunión y de asociación pacífica”. El sistema judicial carece de independencia. “Los derechos sindicales”, indica Freedom House , “están limitados en la práctica”. Y la corrupción es tan omnipresente que según algunas estimaciones, los sobornos representan el 20% del PIB de Rusia ($ 400 mil millones, 2103).
Transparencia International sitúa a Rusia en el lugar 127 de 177 naciones en este sentido, a la par de regímenes con una elite corrupta y ladrona como el de Pakistán y Azerbaiyán, entre otros . El gran maestro de ajedrez Gary Kasparov dice que el lema de Putin es simple: “Vamos a robar juntos”. Tal vez es una patología que se mantiene desde la época soviética. Putin, un ex hombre de la KGB, es el producto y seguramente una perfecta expresión de esa cultura perniciosa.
El comentario de Kasparov recuerda la observación hecha por el senador demócrata Henry “Scoop” Jackson (1912-1983), quien una vez dijo “los rusos son como el cleptómano que cuando va por el pasillo de un hotel, trata de abrir todas las puertas. Cuando encuentra una abierta, se mete”. Putin, durante más de 12 años, le ha quitado territorios a la Europa del Este y de la antigua Unión Soviética. Y, las armas usadas no han sido tanques y cazas MiG; lo ha hecho dominado el lado oscuro del poder blando.
El elemento clave de esta estrategia ha sido los hidrocarburos. Rusia es el mayor exportador mundial de gas natural. Las exportaciones de gas y petróleo representan el 70% de las exportaciones anuales de Rusia, que proporcionan más del 50% del presupuesto federal.
El grado de dependencia de Europa de la energía rusa es fundamental. Según la Comisión Europea, el 54% de las necesidades totales de energía actuales de la UE son suministradas por Rusia. Alemania, la mayor economía de Europa, es aún más dependiente. Recibe 36% de su gas natural de Rusia, seguida por Italia (27%) y Francia (23%). La mitad de las importaciones de gas de Polonia, y aproximadamente dos tercios de la República Checa, provienen de Rusia. Eslovaquia, Hungría, Serbia, Bulgaria y Moldavia son totalmente dependiente. Y, Finlandia y los países bálticos son 100% dependiente de Rusia para su energía.
El uso del poder blando no es solamente la energía. Emplea el comercio como un arma también. El año pasado, Moscú bloqueó las importaciones de vino moldavo, por un valor de $ 100 millones como un castigo por el deseo de Moldava a integrar la UE.
El poder blando de Putin, a veces, tiene un toque más ligero. El Kremlin ha estado activo en la inversión en los medios de comunicación a favor de Rusia y en el apoyo a los partidos políticos de extrema derecha y nacionalistas en la últimas elecciones del parlamento Europeo.
Dimitar Bechev, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en Sofía, acotó, “El régimen ruso divide a las personas en dos grandes categorías: los que pueden ser intimidados y los que se pueden comprar”. En Bulgaria, el dinero ruso alimenta las finanzas tanto de la extrema derecha como los partidos de extrema izquierda. “Es obvio que el Kremlin escoge a dedo a las personas y compra la influencia”.
Para Putin y sus aliados, la base de la legitimidad es la “historia”, que en el léxico posthegeliana describe que “todavía tiene que ocurrir”. Por ello la visita a Cuba y Nicaragua.
La historia nos ha enseñado que en los asuntos mundiales, una nación tiene una agenda o se convierte en víctima de las agendas de los demás.
Edward Lucas, autor del libro “La Nueva Guerra Fría: la Rusia de Putin y la amenaza a Occidente”, señala “los Gobiernos…”, de Latinoamérica, lo que “…deberían comprender en sus relaciones con Rusia es la asimetría creada, cuando una de las partes sólo se ocupa por la prosperidad a través del comercio, Rusia tiene otra agenda. Si se depende de Rusia para el desarrollo del país se convierte de cualquier manera en un rehén. Las demandas pueden no ser visibles. A los mejor no vienen de inmediato. Pero así como que el agua fluye corriente abajo, el poder del Kremlin encuentra el punto más débil y lo explota”.
La intención de visita de Putin al eje Cuba-Nicaragua, y Argentina fue sellar pactos que le permitirá al Kremlin desarrollar actividades de obstruccionismo en foros internacionales; movimientos más o menos sutiles, bajo el disfraz de las buenas intenciones, destinados a la injerencia externa; grupos y alianzas creadas para destruir o minar otras existentes, u otorgarle mayor poder a un sector determinado dentro de una zona geográfica o política. Estas y otras actividades se llevarán a cabo bajo las apariencias más dispares, en ocasiones retomando las tácticas de la guerra fría y en otras transitando nuevos caminos.
Antonio De La Cruz | CET @iatrends