El problema cambiario del país se ha convertido en el sumario de todos los males del régimen;el sumario de las contradicciones internas que lo agobian, de su aguda incompetencia burocrática, de la corrupción que lo carcome, de la inviabilidad de su modelo. ¿Por qué hacen síntesis todos esos males en el terreno cambiario de manera tan especial? Porque la dimensión cambiaria es esa en la que el país y su economía se enfrentan, desnudos y sin maquillaje, al resto del mundo; donde la verdad sobre la salud de la moneda y del aparato productivo no se pueden ocultar, al menos por mucho tiempo. En materia cambiaria, las contradicciones, inconsistencias e improvisaciones hacen agua muy rápidamente. El problema cambiario expresa también con gran fuerza y casi perfección el drama en que se encuentra el régimen venezolano en materia económica: si no hace las cosas que debe hacer, su modelo colapsa; y si las hace, se quiebra igual. Algunos personeros del régimen, especialmente los que lidian con el área económica han venido descubriendo que el modelo que montaron no tiene viabilidad; que se necesita abandonarlo totalmente, replantearlo, sustituirlo por uno radicalmente opuesto. ¡Vaya problemático descubrimiento!Luego de múltiples intentos, todos fracasados, por estabilizar el tipo de cambio, éstos personajes han comenzado a entender que el problema cambiario no es solo cambiario; que para resolverlo se necesitan políticas fiscales, monetarias, reformas estructurales de todo tipo, actitudes y posturas frente al sector privado, contrarias a las que han venido sosteniendo o promoviendo. Han venido descubriendo que el problema no es una política en particular sino todo el modelo. Ellos ya lo han entendido –o medio entendido tal vez- y en conversaciones privadas con empresarios y asesores internacionales lo reconocen; una y otra vez. Pero de allí no pueden pasar. ¿Cómo se lo plantean al resto de la nomenclatura? ¿Cómo se lo revelan a todos aquellos compañeros de aventura a quienes les hicieron creer que ellos controlarían la situación económica, sin importar lo que se quisiera hacer política y socialmente? ¿Cómo le explican a Aristóbuloque él no puede hacer el tipo de declaraciones de política cambiaria que acaba de hacer; que tendría inclusive que retractarse? Y si la nomenclatura, en medio de la desesperación que les produce ver el barco hundirse, llegase a comprender la situación en que se encuentran, ¿cómo se lo explicanluego a sus bases de apoyo para que los acompañen en la dura y muy complicada transición que tendrían por delante? ¿Dónde están los equipos para ejecutar la nueva estrategia? ¿Quién tiene en el régimen el liderazgo y la claridad para dirigir esa tarea? No pueden, no tienen cómo hacerlo. Por ello, el desenlace más probable de toda esta crisis cambiaria será otro esperpento de política, que se sostendrá por un tiempo aún más corto que el de los adefesios anteriores y que hundirá aún más la economía. En medio de la penosa agonía, tal vez otros personajes del régimen huyan, no sin antes escribir sus cartas, explicando lo inexplicable, lavándose las manos, contándonos todo lo que advirtieron justo a tiempo, antes de que el barco comenzara a hundirse. Esta es la agonía cambiaria, la que clama no por un cambio de política sino de régimen.
Gerver Torres: La agonía cambiaria del régimen
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