La estatización de Siderúrgica del Orinoco (Sidor) fue otras de las grandes “hazañas” de la épica chavista. El comandante Hugo Chávez aseguraba que daba un nuevo paso en la concreción del sueño socialista al quitársela a los malvados empresarios y entregársela “al pueblo”, así lo publicó Infobae.
Sin embargo, como casi todo el relato chavista, el sueño se convirtió en pesadilla. Y lo que se prometía como un triunfo para los venezolanos, lo único que consiguió fue empobrecerlos.
Sidor se fundó en 1953 y fue una empresa pública hasta 1997. Entonces fue privatizada y adquirida por la transnacional argentina Ternium. Hasta ese momento, era una de las productoras de metales más importantes de América Latina, evidenciando que la cuestión no es si público o privado, sino con qué criterios se administra.
Con la estatización de 2008 no sólo cambiaron los dueños, sino que se modificaron profundamente los criterios gerenciales que le habían permitido convertirse en “la joya de la corona”. Al igual que con PDVSA, la nacionalización significó que una empresa clave para la infraestructura del país empezara a ser administrada con fundamentos políticos en vez de técnicos.
La consecuencia fue priorizar la lealtad partidaria por sobre la pericia para la elección de los cuadros directivos, y multiplicar las contrataciones de personal (se llegó a los 15.000 empleados), como un mecanismo de premiación para los seguidores.
En esas condiciones, la empresa se fue volviendo cada vez más inviable. Las decisiones erráticas de la gerencia hicieron que la producción cayera de 4.200.000 de toneladas de acero en 2007, a 1.500.000 toneladas en la actualidad, su mínimo histórico. La falta de una política comercial consistente hace que lo poco que se produce se acumule en depósitos sin destino.
Otra de las causas de la crítica situación en la que se encuentra la compañía son los absurdos controles de precios que rigen en la economía venezolana. Al obligar a las empresas y comercios a trabajar virtualmente a pérdida al no tener autorización para subir los precios con una inflación que llega al 50% anual, lo único que se consigue es fomentar un mercado negro fenomenal.
Así lo relata un obrero de Sidor entrevistado por BBC Mundo. “Mira: las cabillas (barras de acero) que se producen acá supuestamente se deben vender en la calle a 32 bolívares, pero eso el pueblo nunca lo ve, porque en realidad se las venden a las mafias de las cabillas que después las venden en el mercado negro. Estos tipos (las mafias) compran a precio regulado y venden a precio de mercado negro”.