Si algo copió el chavismo al calco, fue la práctica perversa de la dirigencia cubana de culpar a otros actores políticos, sociales o económicos de las consecuencias de poner en práctica políticas destinadas desde el principio al fracaso. Para comenzar se puso como excusa una supuesta guerra liderada por el imperialismo gringo que buscaba adueñarse del petróleo venezolano. Esa excusa ha sido puesta en escena de forma constante y parece ser el pretexto matriz que se usa para poner a funcionar todo el entramado de justificaciones del espantoso fracaso revolucionario. Lo cierto es que a Estados Unidos no le interesa nuestro petróleo porque tiene suficiente, incluso para embarcarse en el negocio de exportarlo. Demás está decir que el negocio petrolero americano está manejado casi en su totalidad por empresas privadas.
Para justificar el dramático estado de la economía, Maduro ha culpado a unos malvados de haber ejecutado una guerra contra el bolívar. Según el ocupante de Miraflores, que no de La Casona, unas manos peludas han atacado la moneda para llevarla a esos escandalosos valores que se observan el día de hoy. Por ello, se anunciaron medidas y se pusieron en práctica nuevos mecanismos que no han tenido el efecto deseado: derrotar a los malvados que deterioran la inexistente moneda nacional. No hace falta ser un genio para notar que esta guerra el gobierno la tiene perdida.
Otra guerra perdida es la de los precios. Aquí la derrota es estrepitosa. Según las genialidades del ejecutivo existe algo así como una inflación inducida. Es decir, unos enemigos no identificados, elevan los precios y hacen que el poder adquisitivo del venezolano se deteriore cada vez más y más. La realidad es que esta práctica comunicacional tiene como objetivo esconder a los seguidores del chavismo las verdaderas causas de la inflación generada por las macabras impresoras de billetes que el Banco Central pone a funcionar para financiar el déficit de las empresas del estado. Lo verdaderamente preocupante es que los oficialistas, en su ceguera fanática, no noten que todo esto de la guerra inflacionaria es una patraña del gobierno para no asumir su responsabilidad.
Una guerra ante la cual el gobierno parece haberse rendido es la de la escasez. Una guerra suicida en la que los empresarios buscan quebrar sus empresas para derrocar al gobierno. De verdad que tienen imaginación los que paren estas historietas. La triste realidad es que siguiendo las políticas de su incapacidad más manifiesta, Jorge Giordani, el gobierno desapareció los dólares del mercado. Al meterse en medio del comercio, la dirigencia política acabó con la intermediación en Venezuela, el país del no hay.
La guerra perdida, para lamento de los venezolanos, es la del hampa. Los buenandros no han oído el llamado de Maduro y siguen haciendo de las suyas. Han logrado someter a los venezolanos a una situación de enclaustramiento que limita el ejercicio de las más elementales libertades individuales. Lo triste es que hay en el chavismo personas que se creen eso de que el hampa es un fenómeno artificial desarrollado por enemigos del gobierno. Lo cierto es que ha sido un fenómeno fomentado por una dirigencia oficialista que solo sabe hablar el idioma de la violencia.
La guerra contra los perversos a los que se les ocurre prender bombillos para alumbrarse, o poner a funcionar el aire acondicionado cuando hace calor representa otro fracaso del general Maduro que no atina a conseguir una solución al gravísimo problema eléctrico.
La salud hace estragos en las filas del gobierno. Esta guerra en la cual la ineptitud gubernamental se pone de bulto es verdaderamente una muestra de la indolencia de la clase política gobernante con los venezolanos. Las excusas y controles inundan el discurso oficial, solo para tratar infructuosamente de eludir su responsabilidad.
El asunto del agua es producto de una guerra de la naturaleza contra un gobierno que no construyó reservorios del vital líquido para uso humano en los últimos quince años. La falta de previsión de una gente que no tiene el más mínimo sentido de lo que es gobernar, tiene a millones de venezolanos perdiendo la guerra contra lasequía.
La guerra de las aerolíneas es la más lamentable excusa que puede haber dado Maduro. Aquí a uno le toca preguntarse si es mentira contumaz o ignorancia. El control de cambio ha espantado la inversión de Venezuela y ahora está aterrando a los servicios. Una derrota más para el maltrecho general.
Lo que queda es preguntarse, ¿cómo alguien puede apoyar a un general que pierde batalla tras batalla? ¿Cómo acompañar a un líder que no se atreve a tomar las medidas necesarias para solucionar los problemas que nos aquejan? ¿Cómo es que todavía existen fanáticos que se creen las patrañas guerreristas?
Las malas noticias para el general de las mil derrotas comienzan a llegar. Una inmensa proporción de los venezolanos considera a Maduro el peor presidente que ha tenido Venezuela (44% según Datanálisis de Agosto 2014).
Eso quiere decir que las engañifas de las guerras no ha surtido el efecto deseado. O peor aún, creyéndose las mentiras de las batallas, hay venezolanos que piensan que Maduro no tiene la capacidad para resolver los problemas del país. Quizás eso explique que en medio de la severa crisis económica que nos empobrece, el gobierno apueste a la represión garantizando que no haya escasez de equipos antimotines.
La lógica política elemental indica que se debe aceptar los errores cometidos, demostrar propósito de enmendarlo y tomar las medidas que solucionen los problemas del venezolano. ¡Ah! Se me olvidaba, esta gente carece de lógica, incluso la más elemental.