Trabajar en un supermercado no es fácil

Trabajar en un supermercado no es fácil

(Foto archivo)
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La llegada a los expendios de productos regulados como pañales, compotas, leche, azúcar, harina de maíz, aceite y detergente causa “alivio” a las personas que lo consiguen, para el personal que trabaja en farmacias y súpermercados es toda una prueba de fuego que deben enfrentar a diario, publica El Tiempo.

Insultos, gritos, amenazas, reclamos sin fundamento y hasta agresiones físicas son algunas de las situaciones a las que dicen exponenerse estos trabajadores que ahora laboran con “el corazón en la boca”.





Una cajera de Farmatodo, quien pidió mantener su nom­bre en reserva, dijo que du­rante los cinco años que tiene trabajando en la franquicia los últimos dos han sido los peores. “Casi siempre las colas se forman los días martes, jueves y sábado cuando llega artículos como desodorante, detergente, pañales, champú y suavizante.

Hay gente que viene agresiva y arremete contra nosotros. La semana pasada habían toallas húmedas y una mujer empujó y le gritó a una compañera porque le preguntó si estaba formada en la cola. Menos mal que otras personas contuvieron a la agresora”, manifestó la empleada de Farmatodo.

Seguridad
En el súpermercado Unicasa de la avenida Bolívar de Puerto La Cruz, el personal de seguri­dad trata de mantener el orden en las filas de personas que se forman antes de entrar a hacer las compras de productos regu­lados. Sin embargo, en más de una oportunidad se han formado peleas y discusio­nes entre los presentes. “La mayoría de las veces hay problemas cuando se quieren colear en la fila. No respetan el orden de llegada y se forma la trifulca.

Ese mal humor llega hasta el momento de cancelar en la caja y la pagan con los cajeros”, dijo un vigilante de Unicasa.

Amenaza
“La semana pasada, cuando llegó leche en polvo a Unicasa, una señora quería comprar cuatro latas y lo permitido eran dos por persona. Yo le dije que no podía llevarse las cuatro y eso bastó para que me insultara y me amenazara. Me ofreció unos golpes cuando saliera de trabajar, pero no pasó de eso”, señaló la cajera quien dijo estar acostumbrada a las ofensas casi a diario.

Empleados de Central Madeirense en Puerto La Cruz, aseguran que los clientes se po­nen agresivos cuando ven que la mercancía que van a comprar se acaba. “Nos llaman acaparadores y muertos de hambre”, dijo un empleado de caja.