Esta línea de propaganda oficialista es engañosa, ya que el nivel de los desequilibrios macroeconómicos producto de un modelo de control por el estado, hiperestatista, hace imposible el cumplimiento de esta promesa velada y por lo tanto la convierte en cínica, ya que las líneas de fractura hoy presentes en la economía son sencillamente abismales. Veamos sólo los indicadores que afectan directa y profundamente al ámbito social –aunque justo sea decirlo todos terminan incidiendo en el modo y la calidad de vida de los ciudadanos-.
El crecimiento de la economía paso de 5,6% en 2012 a un 1,3% en 2013, y para la CEPAL en 2014 tendrá un crecimiento abiertamente negativo en -0,5%, con lo cual tenemos una economía en caída libre. Hoy tenemos el mismo PIB per cápita de 1974, después de haber recibido un tsunami de ingresos petroleros en los últimos 10 años. Sólo en este año en curso han pasado a la pobreza 1,7 millones de venezolanos. Lo que se explica por varios factores, como el tener la más alta inflación del planeta: entre 2012 y 2013 la inflación se triplico al pasar del 20,1% a 56,2% y en este año 2014 la inflación interanual supera ya el 60% y en alimentos el 80%. El 50% del empleo está en el sector informal y el 60% del empleo generado se produjo en este mismo sector. Hoy tenemos el mismo número de empleadores (460.000) que el país tenía en 1989 (463.000), con el detalle de que hoy somos 7.0 millones más de habitantes. Ostentamos índices de escasez estrambóticos propios de economías de guerra; evolucionamos de una escasez de 14,2% en 2012 a 20,8% en 2013 hasta el 30% de 2014 un indicador que es 6 veces mayor al considerado normal (5%).
Lo anterior escasamente resumen la trágica situación que vive el país en materia de desequilibrios sociales, los cuales no pueden ser resueltos con meros ajustes en variables económicas por muy claves que resulten, porque el problema reside en un modelo y una práctica de la economía que ha significado la ruina del país. Un modelo de estatización y controles extremos que ha estrangulado la producción, elevando el gasto público y la liquidez monetaria a grados estratosféricos, confiando en que la renta petrolera siempre alcanzaría. Pero el resultado perverso de la gestión económica terminó también afectando el desempeño de la industria petrolera que viene decreciendo en su capacidad de producción, y hoy produce al menos 500.000 barriles menos que en 1998.
El verdadero problema a que se enfrenta el oficialismo es que este “festín de Baltasar” que oficio el “gigante excelso” se termino y comenzaron a llegar las cuentas y hay que pagar la factura de la fiesta, pero él que la pague perderá …
Historiador y Economista, Profesor Titular UCV, Dr. Pedro Vicente Castro Guillen