Noruega comenzó su carrera energética en 1971, con un costo de extracción muy elevado, la nación escandinava se ubica como el tercer exportador del mundo, después de Rusia y Arabia Saudita. Hoy es ejemplo de estabilidad, transparencia gubernamental y nivel de vida para todo el mundo ¿Cómo lo lograron? Es dura la respuesta, pero fue haciendo todo lo contrario a lo que hicimos en Venezuela.
Caeríamos en un reduccionismo absurdo si nos limitáramos a criticar solo el manejo de la renta petrolera en los últimos 15 años de chavismo. Muchas décadas atrás se ubican las primeras distorsiones del modelo, siendo la cúspide del sistema rentista y clientelar el boom de los precios del petróleo de la década de los setenta. El Estado venezolano cada vez más poderoso y rico, dejaba derramar el vaso como premio a la fidelidad política, armando una estructura de dependencia que nos hizo creer que éramos ricos y que por lo tanto no debíamos trabajar, sino extender la mano. La ecuación de la maldición: Los ciudadanos dependen del Estado, no el Estado de los ciudadanos.
Delirios de grandeza, síndrome del heredero y un gasto cada vez más descontrolado, hicieron que el padre de la nacionalización de nuestros recursos naturales, Juan Pablo Pérez Alfonso, usara la frase “El excremento del diablo” para describir el efecto que produce el petróleo sobre economías como la venezolana. El factor común en la abrumadora mayoría de los países ricos en recursos naturales es el empobrecimiento de su población. Noruega es la excepción, pero ¿Cómo lo logró?
Lo primero que hay que decir es que Noruega se define como un Estado socialista, donde el sector público tiene un peso preponderante, contralando áreas estratégicas de la economía nacional. Lástima que no sea este el modelo seguido por el chavismo, sino el cubano. Pero el punto es que aunque el papel del Estado es importante, hay instituciones fuertes e independientes que se encargan de poner contrapesos al poder. Instituciones en las cuales el ciudadano confía plenamente.
En Venezuela la destrucción institucional pisó la chola en los últimos quince años. Una etapa donde se nos prometió renovación y lo único que se hizo fue sustituir la ley por la voluntad personal. Tanto en los setenta, como en la era chavista el elemento común que determinó la potenciación de los personalismos fue el mismo: Altos precios del petróleo. La destrucción institucional se agudizó y hoy nadie confía en las instituciones.
Lo otro que entendieron los noruegos es que los recursos no son infinitos, que tenían que pensar el futuro de las generaciones y para ello idearon el mayor fondo soberano del mundo, que hoy cuenta con más de 800 mil millones de dólares en activos ¿Alguien sabe dónde fue a parar la plata del FONDEN? Para que tengan una idea, este fondo es suficiente para hacer millonarios a todos los habitantes de Noruega en la moneda local, la corona. Hablamos de una cuenta de ahorro descomunal que no es manejada como chequera personal, sino que es patrimonio de todos los noruegos, sus hijos y nietos. Es el modelo ideal de la herencia, concepto distorsionado en Venezuela, donde la mayoría tiene el “Síndrome de Paris Hilton”.
Aquí nuestros hijos y nietos heredarán, pero deudas y no solo eso, tendrán que emprender la reconstrucción de un país en ruinas, donde nunca hubo control, donde siempre reinó el despilfarro y la corrupción. El tiempo perdido no es posible recuperarlo, pero sirve de enseñanza. Manejaron los recursos del país como un barril sin fondo, nunca les preocupó el mañana y los efectos están a la vista. Somos el resultado de una cadena de errores durante muchos años, nuestra obligación es que quede memoria viva de estos tiempos. Para que pronto millones seamos capaces de decir “Nunca más”
Brian Fincheltub
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