El pasado 2 de septiembre, luego de dos meses en expectativa, y una crisis política, económica y social sin precedentes en el país, el Presidente Nicolás Maduro encadenó, una vez más a los venezolanos, para anunciar el tan esperado “sacudón”; sacudón que se limitó a la presentación oficial de un gabinete ministerial reciclado, y al relanzamiento de los 5 motores de Chávez, pero con un nombre, también reciclado: “revoluciones”. ¡Simplemente deplorable!
Pareciera que Maduro y sus Ministros apostaran a prolongar la crisis. Es inaudito que frente a una debacle como la que estamos sufriendo, no se hayan anunciado medidas extraordinarias, o expresado tan solo un gesto de importancia ante la dramática realidad que se vive en Venezuela. Al menos esa es una de las lecturas de la larga cadena del 2 de septiembre, en la que sin lugar a dudas se impuso la profundización del socialismo, sobre la necesidad de un pueblo urgido de respuestas inmediatas que les permitan algo tan esencial como llevar alimento a sus hogares.
Con una inflación que supera el 70%, la más alta del planeta, uno de los salarios mínimos más bajos de la región, una canasta básica en 21.572 bolívares, un desabastecimiento de alimentos cercano al 40%, y fallas en la distribución de medicinas sobre el 60%, sin duda alguna que esperábamos mucho más de este sacudón.
¡Pero no! Mientras el país muere de hambre y en manos de una criminalidad desatada, ante la inacción casi absoluta de las autoridades, el llamado “heredero” del Comandante Supremo prefirió alargar lo inevitable, jugando a la sillita, para mantener contentos a sus aliados. Ahí está Rafael Ramírez. A muchos les sorprendió su salida del Ministerio de Energía y Petróleo, y de PDVSA, pero la verdad es que este hombre lleva una década y media viviendo del Estado, y lo seguirá haciendo, al igual que Jesse Chacón y Elías Jaua, quienes en 15 años se han sentado en unas cuantas sillitas de Miraflores, sin pena ni gloria.
Y mientras ellos se mantienen “enchufados” al poder, los venezolanos seguimos sintiendo los embates de ese terrible sacudón llamado pobreza; de los altos precios y de una escasez que nos ahoga en desesperanza. Es inaudito que un país petrolero como el nuestro esté importando más del 80% de los productos que se consumen en la nación, sin contar el más reciente anuncio de una posible importación de crudo, desde Argelia. ¡Eso si es un sacudón!
Sacudón es la evidente destrucción de las empresas del Estado. Es que el gobierno invierta más en importaciones que en fortalecer el aparato productivo del país.
Sacudón es que nuestros trabajadores de la Siderúrgica del Orinoco, Sidor, hayan tenido que paralizar las operaciones porque los amos del gobierno decidieron imponerles un contrato colectivo, en un proceso de negociación que califican de ilegal.
Sacudón es el que vivimos día a día. Es el incremento de las muertes violentas, de las cuales no se habló en la famosa cadena; es tener que peregrinar de farmacia en farmacia, o de hospital en hospital en busca de salud, lo que tampoco se mencionó. Es soportar una aseveración tan seria y deplorable como la hecha por el gobernador de Aragua, Tarek El Aissami, en la que aseguró que “Mientras uno más consigue pobreza hay más lealtad a la revolución y más amor por Chávez, mientras el pueblo es más pobre es más leal al proyecto revolucionario”. ¡Eso si es un sacudón!