El Gobierno mexicano desplegó miles de soldados y policías en el norteño estado mexicano de Baja California Sur, devastado por el paso del huracán Odile, mientras continúa el rescate de turistas que quedaron varados y residentes clamaban desesperados por la falta de agua, energía y seguridad tras el saqueo de supermercados.
El huracán tocó tierra el domingo con categoría 3 en el sur de la península, muy visitada por turistas estadounidenses que acuden al lugar conocido como Los Cabos, dejando una estela de destrucción pocas veces vista en la zona y provocando una escasez de víveres y medicinas.
Dos personas murieron arrastradas por la corriente cuando trataban de cruzar un arroyo en medio de la tormenta en la localidad de Santa Rosalía, reportaron autoridades locales.
Imágenes de televisión mostraron a decenas de personas entrando a supermercados en San José del Cabo y Cabo San Lucas, de donde sacaban el miércoles desde cervezas hasta bicicletas y televisores.
Los pocos comercios que abrieron el jueves estaban siendo protegidos por vecinos armados con bates de béisbol y palos, según testigos de Reuters.
El secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, dijo en una conferencia de prensa en el estado que habían desplegado a unos 8,000 militares y policías federales para reforzar la seguridad y permitir que los negocios puedan volver a abrir.
“No se moverá a ningún elemento (…) para que toda la ciudadanía, para que el turismo sepa que cuenta con la seguridad suficiente y necesaria”, dijo el funcionario.
En La Paz, capital del estado Baja California Sur, cientos de casas estaban dañadas y grupos de pobladores rompieron la red de alcantarillado para llevarse agua en cubetas.
“No tenemos agua para los baños ni para la comida, ya tenemos dos días. Nos organizamos y tenemos que venir a sacar agua de aquí”, dijo Isabel Aguirre en la colonia La Pasión.
La secretaría de Comunicaciones y Transportes dijo por su parte que un puente aéreo de empresas privadas y aviones militares ha rescatado hasta el momento a 18,000 turistas que quedaron atrapados en la zona tras el desastre.
“Se espera terminar de trasladar a la mayoría de los turistas afectados en los próximos dos días”, agregó.
Una turista estadounidense, que no se identificó, dijo a Reuters mientras esperaba en línea para abordar uno de los aviones, que “estamos un poco traumatizados porque nunca habíamos estado en un huracán, pero estamos tratando de mantener el ánimo y esperamos subir al próximo avión”.
Previamente, Osorio había dicho que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) estaba trabajando a toda máquina para restablecer el suministro, vital para que funcionen plantas desalinizadoras que se utilizan en Baja California, una zona en parte desértica donde el agua potable es escasa.
Muchas gasolineras no surtían combustible por falta de energía y las pocas que lo hacían vendían solamente 200 pesos (15 dólares) por persona. La petrolera estatal Pemex dijo que donó 2.5 millones de litros de combustible para apoyar la operación de vehículos y maquinaria que se use en la reconstrucción de infraestructura.
Por otra parte, aún continuaba la inquietud acerca de la aproximación de la tormenta tropical Polo, que se desplazaba el jueves a lo largo de la costa del Pacífico mexicano en dirección noroeste. Sin embargo, el Centro Nacional de Huracanes (CNH) de Estados Unidos, señaló que podría mantenerse lejos de la zona.
Polo, con vientos máximos sostenidos de 110 kilómetros por hora, se ubicaba a 605 kilómetros al suroeste de Baja California y se desplazaba a 15 kilómetros por hora. El CNH espera que podría empezar a debilitarse a partir del viernes.
Reuters