La designación de Jesús “Chúo” Torrealba como nuevo Secretario Ejecutivo de la Mesa de Unidad Democrática –MUD-, ha generado diversos comentarios, muchos de ellos encontrados y contradictorios.
Sin embargo, el hecho de haber sido designado por unanimidad, incluso aceptado por quienes inicialmente tuvieron objeciones, es una buena señal. Se abre un camino hacia la esperanza al escuchar las declaraciones ofrecidas hasta ahora.
Al menos debemos darle el beneficio de la duda y nuestra disposición a colaborar para el éxito de la difícil misión que le ha sido encomendada. Cuanto haga, para bien o para mal, afectará a toda la nación, tanto a los sectores democráticos como al sector gubernamental. No se trata de juegos politiqueros tradicionales.
Lo que está en juego es el destino de una República en trance de desintegración real gracias a la destructora labor ideologizada de quienes gobiernan, verdaderos traidora a la Patria quienes no tendrán como justificar este proceso, incluida la entrega de la soberanía nacional.
Desde una perspectiva optimista, lo primero que debe entenderse es que la verdadera naturaleza del problema venezolano no es electoral. Sino de principios y valores fundamentales que vienen siendo calculadamente erosionados, en el empeño de imponer una nueva cultura distinta y contraria a todo en cuanto creemos y por lo cual hemos luchado. Estamos frente a una dictadura totalitaria que camina hacia el siglo XIX, en nombre de una revolución socialista a la cubana.
Tenemos la obligación de luchar para impedirlo. Podemos hacerlo, pero hay que clarificar los objetivos. La disyuntiva es entre desarrollar una política de convivencia con el régimen, ya en ejecución por parte del liderazgo opositor, o por el contrario, profundizar la lucha por un cambio radical y definitivo para volver a una democracia perfeccionada y moderna a lo que aspira la inmensa mayoría del país nacional.
De la actitud básica de la MUD y de los demás sectores políticos, económicos y sociales del país, dependerá un futuro que ya empezó.