Hay una lectura cuantitativa de la situación política del país. Por lo general, esa
perspectiva amplía su rango de influencia cada vez que se divulgan encuestas.
Sus conclusiones encuadran las percepciones de los ciudadanos; y, además,
se utilizan para redefinir las prioridades de los partidos. En muchas ocasiones
las actividades se planifican al calor de las encuestas. En particular, se puede
observar cómo la oposición se reprograma en función del monitoreo de esas
investigaciones. Sus objetivos, agendas y tiempos se acoplan a estos estudios.
También se pretende moralizar a los militantes y captar nuevos electores con
los temas que las mediciones identifican. Se podría decir que los estudios de
opinión constituyen la materia prima con la cual la dirección opositora toma
decisiones y da sentido a sus posturas. Por cierto, con esa práctica ratifica su
apego a algunas creencias que por lo menos debería revisar. En este caso,
convendría que se examinara el supuesto según el cual los sondeos marcan el
rumbo de la política.
Restringir el análisis de la situación de Venezuela a lo que dicen las encuestas
puede resultar muy costoso para una nación que desea concretar cuanto antes
el cambio constitucional del gobierno. De hecho, desde un ángulo estadístico
se podría concluir que la derrota electoral del oficialismo estaría cantada. Pues
según los números, la popularidad del Presidente se viene abajo. Por supuesto,
no resulta extraño que con esa información algunos de sus voceros se hayan
entusiasmado y propongan retomar el diálogo con el gobierno y enfocarse en lo
económico; todo eso como antesala de la lucha electoral que está por iniciarse.
La oposición comienza a deslizarse al terreno electoral porque las encuestas
dicen que el gobierno se derrumba. Incluso, hay quienes solicitan que se abra
el debate sobre el método de selección de los dirigentes que serían postulados
a la Asamblea. Tampoco faltan quienes aconsejan calentar la calle; aceitar las
maquinarias y, además, resolver aquellos asuntos burocráticos que estarían
pendientes por superarse dentro del bloque opositor. En la MUD se escuchan
recomendaciones similares a las del pasado para enfrentar a esa minoría que
tiene el poder, aun cuando el escenario ha cambiado por completo.
La interpretación tradicional de los acontecimientos favorece al Presidente y a
su equipo de colaboradores; pero en ningún caso redundará en beneficio de la
población y de la democracia. Que lo electoral consolide la posición de dominio
de la élite roja será un riesgo permanente hasta que se admita que la fórmula
para su sustitución está más próxima a la negociación social que a lo electoral.
Pareciera un error continuar prometiendo una victoria electoral de la oposición
sin antes realizar algún tipo de arreglo político con la base y la dirigencia media
del Polo Patriótico.
En Venezuela la naturaleza de la disputa entre oposición y gobierno difiere de
la que existe en sociedades donde los principios y las normas de la democracia
se encuentran vigentes de manera plena. Esta premisa que debería guiar la
acción de la oposición es de carácter político; por lo cual, no se puede inferir de
encuestas ni de supuestos cuantitativos. Al contrario, a partir de ese postulado
es que tendría sentido reinterpretar lo electoral y, por tanto, la dinámica que los
datos muestran sobre la popularidad de los clérigos del gobierno y potenciales
candidatos del PSUV.
Lo electoral concebido como epílogo de una alianza política entre la oposición
y la militancia del Polo Patriótico. Desde esta perspectiva, la agenda de la MUD
se iniciaría con la búsqueda y posicionamiento de idearios y valores con los
cuales se pudieran identificar por igual los votantes de la oposición, del Polo y
los independientes. Sobre todo, ese enfoque obligaría a la MUD a invertir este
tiempo en comunicar los términos de un pacto que sería atractivo para todos,
porque plantearía un equilibrio entre expectativas sociales que son desiguales
y opuestas entre sí.
Alexis Alzuru
@aaalzuru