La crisis de salud pública por la fiebre chikungunya y el dengue en Venezuela es de tal magnitud que el ciudadano de a pie no duda, ante la desidia del gobierno, solicitar se intercambie con las naciones que producen tales medicamentos, barriles de petróleo.
La autoridad se ve apartada por la opinión en materia de asistencia hospitalaria al escuchar una vez más expresiones en descargo de sus obligaciones con peroratas alejadas de la realidad, donde no exponen los ministros soluciones para el cerco de afecciones corporales.
A esta circunstancia que según las autoridades afecta en 634 ciudadanos el chikungunya y 12,061 pacientes el dengue, se le suman más de 10 muertes que hasta los momentos no atinan identificar con precisión científica. Las instituciones médicas aseveran que el número de afectados es mayor a lo indicado, resaltando que la carestía del remedio acetaminophen pone al territorio en riesgo de epidemia.
La Sociedad Venezolana de Infectología en texto oficial exige al ministerio al cargo informe a la colectividad sobre la verdadera situación en torno a estos males. Las autoridades profesionales guardan silencio obligado ante la detención de sus directivos acusados de terroristas por informar sobre la calamidad existente. Las cifras en ambas patologías se cuentan por miles.
Si la atención hospitalaria da muestras de requerir nuevos liderazgos para la solución de los males físicos, la iniciativa particular atraviesa por un trance que obliga enviar a la calle miles de personas que antes laboraban permanentemente. Aun cuando se aumentan las posiciones burocráticas como un paliativo para mitigar la ausencia del quehacer remunerado, en nada soluciona el mal social que significa apartarse de su hábitat natural para buscar en la brega informal el ingreso familiar; ya casi no solicitan mano de obra.
Las políticas de expropiación de bienes y quiebras de empresas, estas últimas por intervenciones caprichosas inicialmente y desahuciadas al final por incapacidad de sus nuevos gerentes, crea una nueva clase social; quienes no encuentran oportunidades y deben mendigar ante el endiablado burócrata por un plato de comida.
Maduro Moros ha sido sin duda alguna un buen alumno de la dialéctica marxista al propiciar las invasiones e inoperatividad de la iniciativa particular para luego presentarse como una víctima afectada de su propio mal.
En los últimos días, de nuevo, corporaciones en territorio patrio se han visto afectadas dramática e injustificadamente. Estas son Clorox, empresa química de compleja y cuidadosa ciencias aplicadas; están las trabas impuestas a la elaboradora de parte automotriz Soplado con lustros de impecables porciones para autos; y Veneco, aceite para vehículos. Además, el hombre en Miraflores hizo desacertadas alusiones a Empresas Polar y su conductor Lorenzo Mendoza.
Me refiero a la multinacional Clorox inicialmente por cuanto sus directivos, ante la lamentable decisión de cerrar por la inviabilidad del funcionamiento bajo su gerencia, expusieran las gestiones acontecidas para la adquisición de divisas, obtención de materias primas, repatriación de capitales conforme a la ley, determinación concertada de precios en función a la adecuación de insumos básicos, sin éxito alguno por imprecisión de los oficiales garantes.
Esta empresa originaria de Estados Unidos, sus voceros, afirman haber asegurado las instalaciones de tal manera de garantizar la vida de los empleados que allí se ocupan como del área vecina a Clorox. Un mal manejo de las infraestructuras podría producir un accidente de imprevisibles consecuencias.
Soplados suministra a las ensambladoras depósitos de combustibles. La incertidumbre reinante en el sector obliga a importar los accesorios que antes se produjeron en sitio ya que no asumen compromisos a largo plazo en Venezuela.
Desde 2010 el régimen intenta ponerle las manos a Veneco mediante decretos. Esta satisface el 25% del mercado, además de aportar viscosidades especiales.
Además del riesgo que significa el desconocimiento por impericia de la tecnología a ser aplicada en Veneco, el sindicato puntual se restea con sus empleadores originales ante el temor que les abriga perder como en otras circunstancias los puestos de trabajo que de manera sostenida gozaban sus pares en corporaciones hoy con sobresaltos en la producción, cuando otrora fueron manantial inquebrantable de progreso.
Lorenzo Mendoza, de Empresas Polar, es en el ánimo de Maduro Moros un competidor, ya que el empresario, lejos de aislarse, le mete el hombro a la economía y realiza renovadas jornadas para aportar comestibles calóricos a la dieta de los consumidores.
Venezuela sin divisas ni remedios, pero con una comunidad en el exterior dispuesta a lograr los insumos necesarios para aliviar los males físicos de sus hermanos; como en efecto obtienen parciales contra viento, marea, chikungunya, dengue, mal de Chagas y Maduro.
Director de Venenoticias.