La corrupción y la evasión fiscal constituyen flagrantes violaciones a los derechos humanos en América Latina, pues contribuyen a la desigualdad y la inequidad en los países de la región, según diferentes estudios y especialistas consultados por IPS. Por Marianela Jarroud/IPS Noticias
“La evasión fiscal provoca que las personas más vulnerables no puedan disfrutar plenamente sus derechos económicos, sociales, de salud y educación”, afirmó Rocío Noriega, asesora de Gobernabilidad, Ética y Transparencia del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Agregó que “la corrupción tiene un impacto negativo sobre el disfrute de los derechos humanos”. Además, explicó a IPS, constituye “una amenaza para la democracia, ya que viola sistemáticamente el fundamento de la ciudadanía al perpetuar una desigualdad fundada en el acceso de unos pocos al poder, dinero y conexiones personales”.
La corrupción, como forma de asignación de recursos públicos a fines distintos del bien común, es una forma grave de violación de los derechos humanos, coinciden expertos.
En 2013, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos advirtió que, como la corrupción puede ocurrir de muchas formas y contextos, es casi imposible identificar todos los derechos humanos que puede violar.
Añadió que la corrupción constituye un obstáculo para el desarrollo de las sociedades, pero también un grave problema para el fortalecimiento de la legitimidad de la democracia, pues su prevalencia y la percepción de la ciudadanía sobre su incidencia en los asuntos e instituciones públicas, pueden socavar gravemente el apoyo al régimen democrático.
La encuesta Latinobarómetro 2013 refleja que 26 por ciento de los latinoamericanos entrevistados aseguran conocer algún caso de corrupción en su país en los últimos 12 meses. Un porcentaje similar dice que en su gobierno casi todos son corruptos.
Venezuela y México, encabezan el listado, con 39 por ciento, seguidos de Paraguay (38 por ciento) y Chile (35 por ciento). Entre los países con menor percepción de corrupción, se encuentran Uruguay (19 por ciento), Nicaragua (17 por ciento), Honduras, Guatemala y Brasil (16 por ciento), además de El Salvador (ocho por ciento)
La analista Francisca Quiroga, experta en políticas públicas de la Universidad de Chile, aseguró a IPS que tanto la corrupción como la evasión fiscal tienen una relación directa con la desigualdad y la inequidad.
Adujo que “las políticas tributarias poseen un instrumento para asignar recursos y proveerlos para el desarrollo de las políticas sociales”.
“El componente que está detrás es hacerse cargo de la desigualdad, de la asignación de la redistribución de recursos, y también de generar economías más sostenibles”, añadió.
“Cuando se habla de derechos humanos y de derechos sociales, en particular, uno de los elementos que se debe tener presente es cuál es la política tributaria y cuáles los mecanismos institucionales que van a asegurar la legitimidad de esas decisiones”, afirmó.
La alta desigualdad es uno de los rasgos más distintivos de la situación social en América Latina.
Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la región presenta un nivel de desigualdad en la distribución del ingreso que es sustancialmente más alto que en otras regiones del mundo, con un coeficiente de Gini medio de 0,53.
Ese coeficiente mide la desigualdad de ingresos, va del cero al uno y el primero establece la perfecta igualdad y el segundo la perfecta desigualdad.
Como ejemplo, el país menos desigual de la región es más desigual que cualquier miembro no latinoamericano de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) o de cualquier país de Oriente Medio o del norte de África, asegura el informe Evasión y Equidad en América Latina, de la División de Desarrollo Económico de la Cepal.
Los cinco países latinoamericanos con peor distribución del ingreso, según el organismo, son Brasil, Guatemala, Honduras, Paraguay y Chile, por ese orden.
En Chile, por ejemplo, la mayoría de las personas con empleo ganan unos 500 dólares mensuales, en un país donde un kilogramo de pan vale dos dólares, mientras las 4.500 familias más ricas viven con más de 30.000 dólares al mes.
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