Evo Morales avanza arrollador hacia las elecciones del domingo en Bolivia, en las que todo apunta a que ganará un tercer mandato presidencial para consolidar su “socialismo originario”, que ha sacado a millones de la pobreza, logrado los mejores indicadores económicos en décadas y desafiado a Washington.
“Con Evo vamos bien”, reza el eslogan de campaña con el que Morales ha querido sintetizar sus más de ocho años al frente de la nación andina. El sentir en las calles parecen darle la razón: impulsado por la estabilidad económica, la feroz división de sus rivales y su carisma, el mandatario indígena lidera los sondeos con 40 puntos de ventaja sobre el magnate Samuel Doria.
“Le vamos a dar un mazazo a los imperialistas, a los neoliberales, a los vendepatrias y a los separatistas”, clamó el ex sindicalista cocalero de 54 años miércoles en su multitudinario cierre de campaña cerca de La Paz.
Morales busca batir su marca electoral de las elecciones pasadas, cuando venció con el 64 por ciento de los votos y renovar su mayoría de dos tercios en la Asamblea Plurinacional para mantener su influencia legislativa.
Para este tercer mandato -que ha prometido será el último- los observadores esperan que siga empujando su agenda política y social de los últimos años, pero ven riesgos de nuevas nacionalizaciones que aumenten la presencia del Estado en sectores estratégicos y de una mayor regulación a los privados.
A pesar de su encendido discurso revolucionario, Morales ha mantenido la prudencia fiscal, ganándose los elogios de Wall Street por el crecimiento económico sostenido, el aumento de las reservas internacionales y tener la mayor tasa de inversión extranjera de Sudamérica en relación al tamaño de la economía.
Y se ganó el corazón de mucha gente al reducir la tasa de pobreza desce casi el 60 por ciento de la población al 45 por ciento, incrementar el salario mínimo y lanzar planes sociales d ayuda a madres solteras, ancianos y niños.
“Nuestras naciones no pueden ser gobernadas por banqueros ni por transnacionales”, dijo Morales en una entrevista reciente. “Nuestra experiencia es que antes decidían los gringos, ahora decidimos los indios. Esa es la profunda diferencia que tenemos con los países del sistema capitalista”.
Gigantografías con su rostro adornan obras públicas, instituciones y vallas electorales por todo el país. Sus concentraciones muestran una amalgama de voluntades: banderas de su partido Movimiento Al Socialismo (MAS) se mezclan con estandartes multicolores de los indígenas aimaras, respingones sombreros de las cholitas y cascos de mineros.
Filtrando la bonanza
Las colas en los bancos, la actividad en los mercados, los restaurantes llenos y los edificios en construcción muestran que el Gobierno ha logrado una bonanza económica en un país que ha sufrido de una pobreza e inestabilidad crónicas.
“Lo que ha sucedido en Bolivia es una combinación de un favorable entorno económico exterior con una gestión económica que ha permitido aprovecharlo”, dijo Faris Hadad-Zervos, representante del Banco Mundial a Reuters TV. “Gran parte del crecimiento, un 5 por ciento anual los últimos 10 años, proviene de la demanda interna generada en el país”.
En Achachicala, uno de los barrios más pobres de La Paz, Camila Tola solo tiene palabras de agradecimiento para su presidente. “Cuando nació mi hija no tuve que pagar nada en el hospital, estaba cubierta por el seguro. Y luego los bonos me ayudaron mucho con los pañales y la leche”, dijo Tola, de 18 años, con su bebé de 11 meses en el regazo.
Como ella, más de un tercio de Bolivia se ha beneficiado de bonos sociales, empleos y ayudas producto de la nacionalización de sectores estratégicos como los hidrocarburos, en medio de un auge de las materias primas que disparó el gasto público.
Todo indica que el presidente seguirá acumulando apoyo: los sondeos muestran que Morales por primera vez podría obtener mayoría en los nueve departamentos del país.
Aunque algunos en sus filas se sienten defraudados por una “revolución” que no tocado los verdaderos intereses de la elite criolla y que está pactando con empresarios y transnacionales; en Wall Street elogian su manejo económico.
Pero no todo es color de rosa para Morales. Durante los últimos tiempos ha tenido que lidiar con muchas protestas sectoriales, además de reclamos por el funcionamiento de la justicia y por mejoras en el sistema de salud pública.
El problema de la inseguridad y del narcotráfico son dos cuestiones que Morales todavía tiene que resolver y que amenazan con írsele de las manos.
Puede que el poder no haya radicalizado la agenda socialista de Morales tanto como esperaban algunos, pero sí ha acentuado el sesgo personalista de su Gobierno, al que sus adversarios ven autoritario, corrupto y segregador.
“Vamos a ser como Venezuela. Cada vez más corrupción y más drogas”, se quejó, indignada, Rebeca González, abogada de 32 años, en un abarrotado centro comercial de Cochabamba, en el centro del país. “Solo hay que ver el despilfarro y el abuso de esta campaña”, aseguró.
Reuters