Pedro Castro: Los orígenes de los experimentos socialistas en el mundo moderno

Pedro Castro: Los orígenes de los experimentos socialistas en el mundo moderno

Los venezolanos acosados por el actual régimen del socialismo del siglo XXI, sabemos con toda claridad las consecuencias profundamente negativas que dejará como secuela la presente acción de demolición institucional llevada a cabo por el régimen; pero  muchos de mis conciudadanos se encuentran aturdidos y grandemente desconcertados porque se les sustrae una comprensión adecuada de lo que esta sucediendo; por mucho que escarbemos en la memoria nos cuesta encontrar antecedentes de esta barbarie.

Un importante obstáculo para la interpretación adecuada de lo que sucede es la etiqueta “socialismo del siglo XXI” con que el “Supremo” bautizó su experimento con vocación totalitaria. Pese a que la experiencia socialista, lo que se dio en llamar el socialismo real, significó uno de los experimentos sociales de más trágicas consecuencias en la historia de la humanidad, aun así al significante socialismo todavía se adhiere por obra de un aparato de propaganda nada despreciable (que tiene su asiento en el primer mundo, con la participación de mercenarios de alto coturno, premios Nobel incluidos), un significado que reivindica la justicia social y la alternativa al capitalismo. Nada en la experiencia histórica –salvo la propaganda- vivida desde 1917 –año de la primera revolución socialista en Rusia- hasta hoy autoriza semejante intelección.

Si examinamos el modo en que han surgido las sociedades comunistas desde el siglo XX, hablemos de Rusia, China, las Democracias Populares de Europa Oriental nos damos cuenta que la historia realmente vivida de transformación de esa sociedad desmiente la aproximación teórica de Marx al asunto, es decir, estas experiencias socialistas no son el resultado de la dialéctica política  de la lucha de clases en el seno de una sociedad capitalista, sino el producto de hundimientos cataclismisco de esas sociedades: sociedades con muy bajo desarrollo capitalistas, sociedades más bien campesinas con regimenes políticos tradicionales con masivas crisis de legitimidad: monarquias acosadas por la historia como el caso de Rusia, o Repúblicas fracasadas como en el caso del gobierno nacionalista en China.

Estas revoluciones socialistas más que explicarse por la lucha de clases o fracaso del capitalismo, encuentran su explicación en la terrible destrucción global causada por la primera Guerra mundial en el caso de Rusia y por la Segunda Guerra Mundial en el caso de China. Es decir, es el déficit de capitalismo y el fracaso en encontrar un camino adecuado a la modernidad y la modernización lo que se consigue en la raíz de los socialismos hasta hoy. Incluso en los casos de los países de Europa tras la cortina de hierro el instrumento fundamental de la revolución fueron los tanques soviéticos que ocuparon esos territorios en su camino hacia Berlín como parte del esfuerzo para ganar la Segunda Guerra Mundial.

Como vemos el socialismo tal como lo hemos vivido en la práctica corresponde a una deformación brutal de sus concepciones teóricas y expectativas originales vertidas en los grandes escritos sobre el socialismo. Sólo la versión que logro elaborar  una vertiente del socialismo en donde la necesidad de control del mercado con sentido de la reivindicaciones económicas y la justicia social con el ejercicio democrático del poder, lo que se impuso en la política mundial como socialdemocracia, pudo conducir en toda la geografía del planeta a exitosos procesos de modernización, siendo protagonistas de primera fila en la instauración del llamado Estado de Bienestar.

La política del socialismo radical ya sea en sus versiones stalinistas, maoístas, o de tendencias como el socialismo árabe fue derivando en tecnologías de  control político en el tercer mundo, como puede verse muy claramente en países como Cuba, Siria, Corea del Norte y a este experimento se ha sumado Venezuela en las primeras décadas del XXI.

 

Historiador y Economista   Profesor Titular    Dr Pedro Vicente Castro Guillen

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